A más familia menos pandemia
Si echamos la vista atrás, después de los meses de confinamiento, dónde queda aquella idea de mayo de 2020 en la que pensábamos: «Cuando empiece el cole, nos van a confinar a todos de nuevo en dos semanas».
Afortunadamente, hemos podido superar esta situación gracias a que, por un lado, se ha sabido, posteriormente, que los menores transmiten algo menos el virus que los adultos; y, por otro lado, gracias, sobre todo, a la actuación y el buen hacer de las familias y los centros educativos.
Los protocolos puestos en marcha por los centros educativos, con sus circuitos de entrada y de salida, las entradas y salidas escalonadas, las medidas de separación social (grupos de convivencia estable) e higiene, las comisiones, el enorme trabajo y capacidad de adaptación de los docentes, el esfuerzo y paciencia de los estudiantes y la concienciación y ayuda de las familias, han sido fundamentales para poder mantener unos mínimos de «normalidad». Por tanto, es de recibo felicitar a la comunidad escolar y, en especial a las familias, por su gran esfuerzo, empatía, solidaridad y buen hacer.
Gracias por trabajar juntos.
Gracias por haberos adaptado y haber cambiado las pizarras por las pantallas. Gracias por haber convertido vuestro salón o la cocina en un aula o gimnasio improvisado. Gracias por hacer de maestros y maestras. Gracias por colaborar con los docentes más estrechamente. Y gracias por acompañar cada día más y mejor a vuestros hijos e hijas en esta difícil situación, que también forma parte de su proceso de aprendizaje y desarrollo personal.
Ahora bien, esto no ha acabado. Queda mucho por recorrer para poder llegar a la normalidad que teníamos antes de la pandemia. Seguimos necesitando a las familias para que saquéis vuestra mejor versión.
Necesitamos hacer tribu más aún.
Como sabéis, esta crisis mundial que ha originado la Covid-19, nos está poniendo a prueba y nos está dejando muchas y difíciles situaciones traumáticas, como el aislamiento físico de familiares y amigos, las dificultades económicas, el aumento de conflictos intrafamiliares, las diferentes incertidumbres, las dificultades en la elaboración de los duelos por la pérdida de seres queridos, diferentes miedos (al contagio, a la muerte, a quedarnos sin trabajo), etc.
No somos los mismos. Nuestra vida y la de nuestros hijos e hijas ha cambiado. Salimos con más precaución y nuestros menores han aprendido que el contacto físico es peligroso, que los besos y abrazos ya no son adecuados; incluso, por triste que parezca, rechazamos a otros o evitamos entrar en sitios donde hay otros. El entorno está lleno de mascarillas y nos priva del lenguaje no verbal y las expresiones faciales, que tan necesaria es para los más pequeños y que nos da mucha información sobre las emociones del otro y sobre la situación. Nos echamos gel a todas horas y con las distancias sociales hemos reducido al mínimo el contacto con otros, generando incluso lo que se llama como «Hambre de piel».
Por tanto, no podemos bajar la guardia. Es más necesario que nunca que las familias estemos a la altura. Ya hemos demostrado que podemos y tenemos que seguir siendo constantes en nuestro esfuerzo para seguir haciendo familia. La salud socioemocional de los nuestros está en juego. Debemos prestar atención a las señales de malestar psicológico de nuestros hijos e hijas. Debemos estar atentos a diferentes conductas que nuestros hijos puedan manifestar en situaciones como las siguientes: cuando reproducen conductas propias de cuando eran pequeños; si muestran tristeza, ansiedad, irritabilidad; si son más desobedientes de lo normal; si se pelean continuamente entre los hermanos; si piden comida a todas horas; si no pueden dormir; si tienen miedo y les obsesiona la limpieza y los rituales de lavado; si han cambiado sus hábitos alimenticios −aumento de peso o disminución− (ya sea por comer con ansiedad o por no comer al no gustarle su imagen física, sobre todo en adolescentes); problemas de timidez; si ha aumentado del uso de las pantallas…
¿Qué pueden hacer las familias para favorecer el desarrollo socioemocional eficaz de nuestros hijos e hijas?
Lo primero y más importante que tenemos que saber es que si los adultos o referentes estamos bien, nuestros menores estarán bien. Por tanto, es fundamental que entendamos que el bienestar de nuestros hijos e hijas pasa por nuestro propio bienestar. Cuando mejor esté papa o mama, mejor estará tu hijo o hija y de más calidad será el cuidado y el acompañamiento.
A lo que tendríamos que sumar un entorno y ambiente familiar que posibilite la conexión, el aliento y la cercanía, que pueda mantener una crianza respetuosa, basada en el buen trato, que están pre-ocupadas en ayudar a sus hijos e hijas. Acompañarlos desde el amor, ese estado emocional que genera estados afectivos propicios para la conexión, la cordialidad, el afecto, la compasión, la benevolencia, la generosidad, la concordia, etc. El amor se puede expresar y manifestar de muy diversas maneras, tiene muchos lenguajes. Aunque probablemente podemos observar el amor hacia los hijos en cada uno de nuestros actos, es importante comunicar de manera explícita y respetuosa este amor.
Intentar ser mejores padres y madres no es nada fácil y supone ser conscientes de lo que les sucede a nuestros hijos e hijas, aprender a identificar sus necesidades y responder a ellas en la medida de lo posible, garantizando la conexión. Lo que todo hijo e hija necesita, desde el primero hasta el último día, no es un padre o una madre perfectos, sino saber que hay alguien que los quiere incondicionalmente y que está ahí, en los aciertos y en los errores; que es responsivo a sus necesidades, sin sobreproteger ni haciendo cosas por ellos que podrían hacer solos; que confía, que apoya y que buscan una mayor armonía familiar y respeto mutuo que beneficie a todos y cada uno de los miembros de la familia.
Y tú ¿qué opinas?
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