Comprender la economía

La información es un bien de consumo: puedo usarla sin entenderla. Es una mezcla de utensilio doméstico y de fuente de distracción. GPS y Twitter. Aquel me dice cómo llegar a un sitio sin necesidad de saber llegar y este me entretiene. Tal vez le parezca absurdo afirmar que podemos manejar una información sin comprenderla, pero ocurre que hay distintos niveles de comprensión. Puedo entender las frases “las vitaminas son necesarias para la salud”, “solo manejamos el 10% de nuestro cerebro”, “todas las naciones tienen derecho a decidir”, sin saber realmente lo que es una vitamina, ni detectar que el tópico sobre el cerebro es falso, ni conocer los límites del derecho a decidir. Sin comprender su significado no podemos saber si son afirmaciones verdaderas o falsas. Por eso decimos que vivimos en la “posverdad”, que significa fundamentalmente que usamos información sin entenderla, guiándonos por un precipitado  “me gusta” o “no me gusta”, y eso nos hace vulnerables a la “desinformación” (que es un tipo de información), al adoctrinamiento, a los prejuicios, al fanatismo y a otros frutos amargos. Debemos pues reivindicar la correcta secuencia intelectual: hay que conocer para comprender, y hay que comprender para tomar buenas decisiones y actuar. Sería fantástico que todos fomentásemos la “pasión por comprender”.