El «impacto» de la separación en los niños
Hoy en día, la separación de los padres es una realidad que forma parte de la vida cotidiana. Más de la mitad de las parejas se separan. Muchas de ellas después de haber tenido hijos. La pareja no sólo se enfrenta al fracaso de su relación sino a las repercusiones que pueda tener esta ruptura en sus hijos. Cuando decidimos tener hijos estamos firmando un «compromiso» que durará toda la vida. Este compromiso se mantiene con independencia de la relación amorosa y esto conlleva a que queramos o no siempre va a existir un vínculo entre los padres. Es su obligación lograr que la nueva situación familiar sea un espacio eficaz y positivo para continuar con su labor educativa: educar a personas felices y buenos ciudadanos.
La separación es un momento duro para cualquiera. Los miembros de la pareja pasan por una etapa de “duelo”. En ella se mezclan muchas emociones: tristeza por la pareja perdida; ansiedad por enfrentarse a una “nueva vida”; enfado si ha habido terceras personas… A todo esto se une la preocupación por los hijos: “¿Cómo se lo van a tomar?”, “¿Cómo les va a perjudicar?”, “¿Les dejará secuelas?”…Hay mucha información a este respecto y no toda ella es veraz.
Cualquier separación supone una pérdida para el niño. Verá menos a uno de los padres; tal vez tenga que cambiar de casa, de colegio… Desde el plano práctico hay muchos cambios. Pero también desde el plano psicológico. La familia, como fuente de seguridad y refugio, puede dejar de serlo si los padres “manejan mal” esta situación. Por ello, uno de los objetivos de los padres debe ser que el niño no pierda esta visión, que no deje de ver a la familia como algo que le da seguridad.
Hay varios factores relacionados con el impacto de la separación en los niños. En primer lugar la salud mental de los padres. Los padres maduros emocionalmente son más eficaces al ayudar al niño a “pasar” por este periodo de tránsito. También el temperamento (el sustrato biológico de la personalidad) es fundamental. Hay niños con un temperamento difícil que aguantarán peor el estrés y la ansiedad que proporciona la separación. Debemos destacar también el apoyo social que recibe el niño. Hay padres que son muy hábiles para manejar la situación; ofrecen al niño un ambiente positivo con relaciones sociales en las que encontrar apoyo y comprensión (abuelos, tios, amigos…).
Siempre se ha dicho que los hijos de padres separados tienen más problemas emocionales. Pero los investigadores actuales lo contradicen. No es la separación lo que provoca problemas sino la tensión que los niños viven durante meses hasta que se da el paso.
Al comunicarlo debemos ser sinceros con el niño, no mentirle y responder a sus preguntas. No es necesario entrar en detalles; sobre todo cuando se trata de una separación algo “traumática” o ha habido terceras personas. Se recomienda que, tanto el padre como la madre, estén juntos en el momento de dar la noticia. Eso tranquiliza mucho al niño. Sin embargo, si uno de los padres se encuentra muy mal emocionalmente, es mejor que de la noticia el que se encuentre más sereno. Es un momento para centrarse en el niño y en sus reacciones y no aprovechar la situación para culpabilizar o herir al otro.
También es importante que los niños oigan que todo es para bien, que aunque cambiarán cosas papa y mamá estarán más contentos y que ambos van a seguir cuidando de ellos. Es lo que más les importan en este momento. También normalizar la cuestión al decirle que muchos adultos se separan, que es un tema de adultos e incluso recordarle el caso de algún amigo suyo cuyos padres estén separados (y, por supuesto, que lo lleven bien).
Es especialmente delicado decirlo a los niños más pequeños. A veces, su fantasía les juega malas pasadas y pueden pensar que sus padres se separan por su culpa. Es fundamental que sepan que la decisión no tiene nada que ver con ellos. También hay que ser muy práctico en estos momentos y hablarles de cuestiones que les pueden preocupar: con quién van a vivir, cuándo van a ver al otro miembro de la pareja, quién les recogerá de la guardería…
Después de dar la noticia las reacciones pueden ser muy diversas. Por ejemplo, en los niños más pequeños, se suele dar un periodo de ansiedad y desorientación. Cuando los niños son más mayores (más de 6 años) son más capaces de ligar esa ansiedad a cuestiones específicas como dónde se van a quedar sus juguetes, con quién pasarán los fines de semana. También nos podemos encontrar con niños muy enfadados por esta circunstancia.
Con los adolescentes puede ser especialmente complicado. Ya de por sí están inmersos en una vorágine emocional que les impide, en muchos casos, afrontar la situación con la inteligencia emocional que requiere.
La decisión de la custodia siempre se debe tomar en beneficio del niño y a ser posible conjuntamente. Algunos niños ven con impotencia a uno de sus padres desaparecer de su vida después de la separación y hay que evitarlo como sea posible. Es importante en primera instancia ver si los dos desean realmente la custodia. También, si no hay custodia compartida, ver con quién pasaba más tiempo el niño antes de la separación. Una recomendación es que sus rutinas cambien lo menos posible: que siga viviendo en la misma casa, que tenga su misma habitación, que vaya al mismo colegio…
Pero hay padres que no consiguen ponerse de acuerdo. Entonces es el juez quien dirá quién tiene la custodia de los hijos. El niño, probablemente, se verá en la tesitura de tener que decirle al juez con quién querrá vivir lo que le puede generar la sensación de tener que decidir “a quién quiere más”… Como vemos, todas estas cuestiones no hacen ningún bien al niño pero en algunas ocasiones no queda más remedio.
Es importante que los niños puedan seguir viendo al otro progenitor. Muchos niños fantasean con lo bueno que es ese padre, le suelen idealizar y devaluar al progenitor que tiene su custodia e incluso culpabilizarle de no dejarle ver al otro.
Una cuestión importante posterior al divorcio es el nivel económico de la familia que, indudablemente, baja. Es evidente que no es lo mismo mantener dos casas que una y todo esto repercute en el nivel económico. También el progenitor que ostenta la custodia del niño debe tener cuidado de no malcriarle y mantener las normas y límites que tan importantes son para la educación del niño.
Como vemos, son muchas las cuestiones a tener en cuenta en esta situación. Si no estamos seguros de cómo dar el paso siguiente lo mejor que podemos hacer es consultar con un especialista que nos de pautas para hacer las cosas de la mejor manera posible.
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