El modo de empleo de la vida
Si pudiésemos volver a ese momento mágico en que vimos la carita de nuestra hija o nuestro hijo por primera vez, seguramente recordaríamos cuál fue el deseo que pedimos. Ninguno de nosotros le deseó en ese instante un Óscar de Hollywood o una final de Wimbledon, ¿verdad? Todos deseamos que fuese, sencillamente, feliz. Pero ya sabíamos entonces que ser felices no iba a significar: “Nunca te pondrás malito, nunca te traicionará un amigo, encontrarás a tu gran amor muy pronto y te acompañará siempre…” Lo que queríamos decir con la palabra feliz era: que conozca un buen modo de empleo de la vida, que sea capaz de acompañar y ser acompañado, que se pueda levantar después de un tropezón, que se sienta seguro de sí mismo. En resumen, queríamos decir: “que pueda guiarse en la vida por buenos valores”. Promovemos una paternidad consciente, informada, coherente y respetuosa.
Sin embargo, es difícil explicar exactamente qué entendemos por valores. En términos económicos, lo más valioso es lo más caro. Pero esto no es suficiente. ¿Cuánto pagaríamos por una familia unida o por un amigo leal? Es evidente que los asuntos propiamente humanos se desarrollan en otro terreno. Y también está claro que los valores existen. Son cualidades reales de las actitudes del ser humano. A veces nos puede parecer que esas cualidades son relativas pero nos equivocamos, lo que son es relacionales, es decir, nosotros las captamos- las valoramos- o no. Son como las cualidades de un gran vino, que permanecen ocultas mientras no lo pruebe quien las sabe apreciar, pero si yo lo desprecio y elijo otra cosa no por ello pierde ese gran vino sus cualidades.
Los valores que la familia transmite son, inevitablemente, los que conforman su propio modo de empleo de la vida.
Los hijos ponen a prueba nuestra propia educación pero también nuestra capacidad de reflexión y nuestra madurez, porque mientras ellos crecen también crecemos nosotros. Entonces, ¿qué valores podríamos considerar necesarios para educar bien? ¿Qué valores podrían servirnos hoy a todos? En este mundo tecnologizado y cambiante, para mí serían:
1. El proyecto personal, la apuesta por la propia vida, que exige compromiso y esfuerzo
Como decía Aristóteles: La felicidad es una actividad. Las claves del proyecto personal están en la disciplina, que significa ser capaz de terminar algo que se ha empezado, y la fuerza de voluntad, el músculo necesario para afrontar los retos y las crisis. ¿Cómo se educa en este valor? Poniendo cada día frente a nuestros hijos algunos pequeños retos personales, escalones adecuados a su estatura, cuyo premio sea la satisfacción de haberlos subido. Por cierto, ¿sabéis por qué son tan adictivos los videojuegos? Pues es muy fácil, porque tienen reglas y retos. Ambas cosas son necesarias para nuestros hijos y a veces no se las facilitamos.
2. La comunicación cara a cara, que enseña a respetar al otro y a argumentar
Es cada vez más difícil, hay que luchar por ella en casa.
3. La participación
Porque el mundo no es exactamente como se ve desde nuestra ventana. El ejemplo de unos padres que se implican en su comunidad, el trabajo en grupo, ser responsable de pequeñas tareas y la solidaridad ayudan a educar en este valor. La generosidad, que ensancha la vida, y el esfuerzo por la paz serán claves también.
4. Frente al consumo desenfrenado, la austeridad
Ser austero en este tiempo es una elección porque estamos rodeados de estímulos que deciden por nosotros. La vida diaria de cada familia puede educar en este valor, indudablemente con el ejemplo. Lo curioso de todo esto es que los niños entienden la austeridad perfectamente y somos nosotros, los adultos, quienes estamos atrapados por el consumo.
5. La responsabilidad
Ser responsable quiere decir escuchar los retos y las exigencias de la vida y responder a ellas. Pero sólo puede responder de sí mismo quien se gobierna.
6. La autoestima razonable
Que reconoce los propios límites y es capaz por ello de potenciar lo mejor y aceptar lo menos bueno, de hacer más fuertes las propias capacidades y superar el desánimo que producen los fracasos. Para ella, el deporte es el educador por antonomasia pero también importa entender el verdadero significado de la belleza y del arte.
7. El fortalecimiento de los vínculos con la familia y con el entorno
Es imprescindible recuperar las obligaciones, la ob-ligatio que establece una vinculación con los demás y que nos liga a nuestra propia realidad personal.
8. La recuperación de la interioridad que hace preguntas sobre uno mismo
No corras, ve despacio, que a donde debes ir es a ti sólo, escribía Juan Ramón Jiménez. Lectura y reflexión, pero también algún momento de silencio, de pantalla apagada, de diálogo tranquilo… Escuchar a los hijos les enseña el valor de escucharse para encontrar su propia identidad.
Dicen que Francisco de Goya quería escribir en su epitafio: Aún aprendo. Seguramente, la inagotable posibilidad de aprender es el gran privilegio de cada ser humano. Educar bien a las próximas generaciones es nuestro reto y nuestra responsabilidad. Podemos lograrlo.
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