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Entrevista a un libro: “El niño filósofo”, de Jordi Nomen

En la UP, en vez de entrevistar a los escritores, preferimos entrevistar a sus libros. Y eso hemos hecho con la obra “El niño filósofo”, de Jordi Nomen (Editorial Arpa, 2018).

  • En primer lugar ¿pueden los niños ser filósofos?

Sin duda. Los niños poseen algunas cualidades, como la curiosidad insaciable o la admiración ante su entorno, que son profundamente filosóficas. Se trata de estimular y ampliar esas capacidades para potenciar en ellos una nueva visión, otra forma de relacionarse con el mundo: la mirada filosófica.

  • ¿Para qué sirve eso a los niños?

Mi autor considera que uno de los fines de la educación es formar ciudadanos comprometidos y responsables. Al crecer, los niños van abandonando su dependencia y van construyendo un pensamiento crítico, creativo y cuidadoso que a su vez pone el fundamento de su autonomía y de un papel activo en el mundo. Las características del pensamiento filosófico contribuyen a afianzar este objetivo, que requiere pensar con claridad, ensanchar el mundo para entenderlo y entenderse. Los niños necesitan aprendan a pensar, a cuestionarse, a dialogar, a sacar conclusiones, a aplicar respuestas críticas y creativas a los problemas de la cotidianidad; en definitiva, a vivir la vida de forma reflexiva.

  • ¿Cómo es, entonces,  un “niño filósofo”?

Tengo que aclarar que no se trata de crear pequeños filósofos entre un grupito de “elegidos”, sino de educar la vertiente filosófica de nuestra inteligencia, considerándola como un conjunto de habilidades que mejoran con la repetición, con el entrenamiento adecuado. Quiero decir que la filosofía con niños sencillamente utiliza características básicas de la inteligencia, que todos tenemos. El pensamiento filosófico no es especial. Lo que hace es animar ciertas competencias que forman parte de la configuración neurológica de los niños, y el cerebro, por inercia, tiende a hacerse preguntas. Por eso mi propósito es acercar a padres y educadores algunas de las grandes preguntas de la historia del pensamiento. Mi segunda parte consiste en una selección de preguntas filosóficas clásicas, unidas a un autor relevante.

  • En la Universidad de Padres damos mucha importancia a la toma de decisiones, y hemos visto que tú relacionas esta capacidad con el ejercicio de la filosofía…

Cuando somos pequeños, los otros toman las decisiones por nosotros. Pero poco a poco tenemos que empezar a decidir y a responsabilizarnos de las consecuencias de nuestras elecciones. Si hemos aprendido a pensar por nosotros mismos, encontraremos criterios sobre los que edificar nuestros pasos, nuestros valores. Con estas herramientas tomaremos las decisiones y analizaremos nuestros aciertos y errores. Tenemos que asumir que somos responsables, que nuestras decisiones nos perfilan. Filosofar es una buena vía para asentar las decisiones.

  • ¿Qué lugar ocupa el pensamiento crítico?

Resulta fundamental. Es una forma de pensar que facilita el buen juicio. Nos sirve para evaluar la pertinencia de los razonamientos, y para distinguir entre hechos, opiniones y juicios. Yo lo considero una virtud intelectual y de carácter, es decir, que ha de llevarnos a la acción, a generar una serie de actitudes como la empatía, la humildad o la honestidad.

  • ¿En qué se basa tu práctica de filosofía con niños?

Un referente importante es Matthew Lipman, que fue pionero en situar los retos filosóficos en la cotidianidad de los niños. Dando clases en la universidad, Lipman llegó a la conclusión de que era necesario que los chicos aprendieran a pensar críticamente y a formar juicios razonables cuanto antes. Para eso creó una serie de novelas infantiles que abordaban distintas cuestiones filosóficas. Esta práctica se ha extendido por todo el mundo y se sigue realizando en la actualidad.

“La creatividad no es un don,
sino una conquista”

Por otro lado, identifico tres patas en las que se apoya la práctica de la filosófica infantil: la parte crítica, la creativa y la lúdica. De la primera ya hemos hablado. La creación es una expresión del pensamiento propio que amplía nuestro universo. “La creatividad no es un don, sino una conquista”. Y por último, el juego, forma esencial de aprendizaje. Jugar es un derecho de la infancia, una actitud universal, trascendental para el desarrollo cognitivo, emotivo y social del ser humano.

  • ¿Qué recursos propones para fomentar el pensamiento filosófico?

Hay unos recursos básicos relacionados con estos tres elementos y que también son propios de la infancia: los cuentos, la expresión artística y los juegos. Con ellos podemos fomentar la capacidad crítica, el diálogo, la autocorrección, la formulación de preguntas, la colaboración, el respeto a la diversidad, la argumentación, la atención… en definitiva ayudar a que surja y se desarrolle el pensamiento propio.

Los lectores encontrarán en mi segunda parte dedicada a las preguntas, materiales e ideas para trabajar los aspectos crítico, creativo y lúdico a través de cuentos, preguntas y actividades.

Tengo la suerte de dedicarme a aprender. Para una licenciada en Filosofía, no se me ocurre nada mejor. En la UP soy investigadora y documentalista, así que leo mucho, escribo e intento estar al tanto de todo lo que tenga que ver con educación, creatividad, adolescencia... Soy muy curiosa y me interesan miles de cosas distintas, desde la fotografía al buceo pasando por el cine y los gatos.

Y tú ¿qué opinas?