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Experiencia de Disciplina Positiva en la UP

De la mano de la Fundación Edelvives, todos los miembros del equipo de la UP tuvimos la oportunidad de certificarnos en Disciplina Positiva con la entrenadora y pionera en España Marisa Moya. Una vez digerida la intensidad de la experiencia nos gustaría compartirlo con nuestros lectores y reflexionar con ellos a partir de estos interrogantes:

  • ¿Puede ser la disciplina (necesaria, impuesta o aceptada como propia) positiva en sí misma o de qué otra disciplina hablamos y cómo fomentarla?
  • ¿En qué fundamentos se complementan la visión teórica y práctica de la Disciplina Positiva y el modelo pedagógico de la UP? 

¿A quién le gusta ser tratado sin respeto y sin dignidad? Sin duda, a nadie. ¿A quién le agrada no ser escuchado, valorado o tenido en cuenta en su trabajo? A nadie.

¿Y si estos dos interrogantes los hacemos en el seno de la familia o la escuela y tratamos de responderlas desde la perspectiva de los niños? Por supuesto, lógicamente, a nuestros hijos y a nuestros alumnos tampoco les gusta que los traten sin respeto ni dignidad, sin sentirse queridos, vinculados o relevantes.

¿Un nuevo modelo educativo?

Puede parecer, desde la perspectiva de los adultos, que los niños o adolescentes actuales, demasiadas veces, son tan sobradamente tenidos en cuenta que se cae en un “infan-centrismo” y en la permisividad o en la sobreprotección de los padres, conllevando graves problemas de desajustes e indisciplina en el hogar y en la escuela. Desde este punto todos podemos estar de acuerdo, como propone José Antonio Marina en su libro La recuperación de la autoridad. Crítica de la educación permisiva y de la educación autoritaria, que necesitamos encontrar un término medio, justo, capacitador y verdaderamente educativo para orientar a los jóvenes hacia una autodisciplina elegida y liberadora.

Disciplina es un concepto muy unido tradicionalmente al de autoridad, pero pocas veces lo entendemos como una disciplina positiva o como una autoridad moral, merecida y digna. ¿A qué se suele denominar, pues, disciplina positiva y cómo aprender a hacerla posible en nuestra familia o en nuestra escuela? Si tienes hijos o alumnos, o te interesa la educación para un futuro mejor de la sociedad, sigue leyendo, por favor.

Educar a los niños con firmeza y cariño, pero sin castigos porque este enfoque promueve el respeto mutuo, la dignidad y la conexión emocional entre padres e hijos, docentes y alumnos.

Las caves esenciales orígenes y fundamentos

La disciplina positiva se fundamenta en los estudios y la experiencia educativa del psiquiatra austríaco Alfred Adler, (Viena, 1870-Escocia, 1937), conocimientos desarrollados posteriormente por su discípulo Rudolf Dreikurs, (Viena, 1897-Chicago, 1972) y difundidos actualmente en libros y cursos por Jane Nelsen, Linn Lott y Gina Graham.

Se trata de una corriente educativa humanista que —junto a otras paralelas de metodologías activas e inteligencias múltiples— están siendo indirectamente confirmadas por las investigaciones recientes de la neurociencia, generando un nuevo enfoque pedagógico (en la familia y en la escuela) que tiene en común el funcionamiento y la plasticidad de la mente. Corrientes que podrían confluir bajo el nuevo concepto de neuroeducación y que cuenta con libros significativos, entre los que podríamos destacar por su éxito y su utilidad práctica, El cerebro del niño escrito por Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson.

Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su cerebro” dijo Santiago Ramón y Cajal

Beneficios a corto y largo plazo

La clave de la neurociencia es la plasticidad del cerebro, que nos permite comprender que todo lo que hagamos bien para estimular la mente de nuestros hijos influye en su desarrollo cognitivo y emocional.

Pues bien, aunque todas las personas tengamos un diseño genético propio, que configura nuestro temperamento innato con una influencia en torno a un cincuenta por ciento en nuestra vida, el otro cincuenta por ciento vendría desarrollado por la educación familiar, escolar y el entorno, a ser posible, con experiencias positivas que ayuden a desarrollar en el niño “un cerebro resistente, conectado y bien integrado”, como propone Siegel, porque todo lo que nos sucede influye en el desarrollo de nuestra mente y si se crean y refuerzan las fibras integradoras que unen las distintas partes del cerebro, conectándose de manera más poderosa, la persona puede sentir, pensar y actuar de una manera más armoniosa.

Tanto la disciplina positiva como la neurociencia nos recuerdan que el cerebro de una persona no está plenamente desarrollado hasta bien pasados los veinte años y que, por eso, debemos comprender que a través de las sucesivas etapas evolutivas la mente de los niños está en “proceso de construcción”. De tal modo que los padres podemos aprovechar los conflictos naturales de cada etapa como oportunidades para generar experiencias positivas que ayuden a nuestros hijos a gestionar, modular e integrar todas las partes de su cerebro: desde el más primitivo o reptiliano, pasando por la conexión entre su hemisferio derecho (emocional, instintivo, intuitivo) y su hemisferio izquierdo (analítico, lógico, racional) hasta la corteza cerebral frontal, sede de las funciones ejecutivas (mente deliberativa, sintética, activa, resuelta y persistente).

 

Una metodología basada en el respeto

La fortaleza de la disciplina positiva como didáctica familiar y escolar está en que ofrece análisis, métodos y recursos sencillos para detectar a qué se deben esos conflictos de la vida cotidiana en los que debemos intervenir siempre con amabilidad y firmeza, implicando a los niños en la solución de los problemas que los han originado, no con castigos sino de forma constructiva y sana. Porque, como repite Nelsen “¿De dónde nos viene la errónea creencia de que para aprender algo bueno el niño tiene que pasarlo mal?”.

Aprender a vivir no es algo que se logre en dos días y, por tanto, no es fácil para los niños modelar su personalidad para que aprendan a ser proactivos, tolerantes, empáticos o asertivos. Lograrlo exige favorecer muchas experiencias por parte de los padres, que deben ser “entrenadores de vida” para sus hijos, como decimos también en la UP. Recordemos que los seis objetivos del modelo de la UP pretenden lograr una adecuada conjunción entre la inteligencia cognitiva, emocional y social, con el fin de integrar la mente como propone la neurociencia y dirigir la acción práctica desde la inteligencia ejecutiva y ética.

La disciplina positiva nos recuerda que los niños necesitan amor, atención y cuidado.

Alfred Adler señala que la finalidad de todo comportamiento es la conexión y que debemos procurar que el individuo se sienta conectado, parte del bien común y de la comunidad. Conexión que coincide con las teorías de crianza que fomentan el llamado apego seguro (John Bowlby y Mary Ainsworh).

Desde esta perspectiva, el mal comportamiento de los niños suele darse por cuatro creencias erróneas para conseguir la “conexión” aunque sea de forma inadecuada.

Prefiero portarme mal para obtener la atención de mi maestro que serle indiferente, porque no tengo amor ni conexión emocional por parte de mis padres”, como ocurría —sin ser él consciente — en el caso de un alumno altamente disruptivo de mi colegio.

Los cuatro tipos de creencias erróneas de los niños, según la disciplina positiva, son:

  • Búsqueda de atención, (ejemplo: “Si mis padres no me prestan suficiente atención ahora mismo es que no me quieren” ).
  • Búsqueda de poder (ejemplo: “Puedo hacer lo que yo quiera, aunque mis padres no quieran” ).
  • Búsqueda de venganza: (ejemplo de reacción a una prohibición o a un castigo: “pues, ahora se van a enterar quién soy yo” ).
  • Sentimiento de incapacidad o impotencia: (ejemplo: “Yo no sé, yo no puedo hacerlo, hazlo por mi” ).

En estos casos, los padres conscientes del origen de esas conductas, deben mantener una actitud serena para dar una respuesta amable y firme al mismo tiempo, que preserve el respeto mutuo y pueden aprovechar estas situaciones como oportunidades para enseñarle a integrar su mente.

La forma de educar sin castigos

La disciplina positiva excluye los castigos porque producen efectos indeseados como resentimiento, revancha, rebelión o retraimiento en forma de disimulo o baja autoestima. Se inclina más por que los niños aprendan con tacto de las consecuencias naturales de sus opciones erróneas o de aplicar consecuencias lógicas en cuyo caso —matiza— estas deben ser relacionadas, respetuosas, razonables, previstas con antelación y útiles.

Describe cuatro estilos parentales de crianza: negligente, autoritario, permisivo y democrático que, como sabréis los que ya nos conocéis, coinciden con los que tratamos en la UP. Al estilo “ideal”, que combina dar amor y ser exigente (con estímulos y límites), lo llamamos responsable.

Porque no basta con amar a nuestros hijos, sino que debemos aprender a amarlos bien.

El cariño con amabilidad hace aceptable la firmeza, y de este modo se enseñan destrezas y competencias generadas por las interacciones positivas promovidas por padres y parejas coherentes.

La UP y la disciplina positiva conectan con corrientes educativas que promueven el reconocimiento del niño o la niña como el “centro” de la educación porque confían en su capacidad para ser sujeto de su proceso de maduración en entornos sensibles, estimulantes y dinámicos. Las pedagogías activas, (las técnicas Freinet, el método Montessori, el aprendizaje basado en proyectos o en inteligencias múltiples propuestas por Howard Garnerd ) podrían confluir avaladas ahora por los descubrimientos de la neurociencia.

“El cerebro sólo aprende si hay emoción” Franscico Mora. 

Además fomenta la implicación de los niños en la búsqueda de soluciones entre todos, con la práctica de las reuniones familiares o asambleas de aula, sin que estas dinámicas participativas cuestionen por ello la autoridad moral o merecida de padres y alumnos.

Por supuesto, ni la disciplina positiva ni en la Universidad de Padres creemos que las madres o padres seamos perfectos, porque no existen personas perfectas, sino que debemos tener una actitud abierta para aprender y generosa para dar con la mejor educación posible de nuestros hijos.

Sin duda, esta certificación en Disciplina Positiva fue un aprendizaje muy enriquecedor, activo, práctico, participativo, emocional y emocionante. Contribuyó a tejer hilos y redes significativas que deseamos que confluyan con la UP para la renovación y calidad de nuestra propuesta.

¡Gracias, Marisa, porque supiste generar aprendizaje, conjugando una gran sabiduría con una alta sensibilidad que te define como persona y como excelente profesora, no sólo de Educación Infantil sino de familias y docentes!

Tutor y creador de contenidos de la UP, pedagogo activo. Padre con dos hijos de los que se siente muy orgulloso. Ha sido maestro y director de colegio. Activista por la lectura como necesidad social, modesto escritor y editor de libros y apasionado por la educación y cultura.

Y tú ¿qué opinas?