Gestión de conflictos en familia, desde la emoción adecuada
Identificar y ser conscientes de cómo resolvemos las situaciones conflictivas que se producen en el día a día en nuestra familia, puede tener repercusiones directas sobre nuestro nivel de estrés, nuestras conductas, nuestras respuestas, así como en los pensamientos y emociones que tenemos ante los mismos.
Nuestra manera de enfrentarnos al conflicto está condicionada por múltiples factores, como son nuestra personalidad, aprendizaje, las experiencias previas, los soportes con los que contamos, etc. Pero aproximarte a identificar cómo lo haces, cuál es tu patrón genérico o estilo, te da pautas para comprender lo que está sucediendo y cómo mejorarlo.
Cuando sentimos que un problema nos sobrepasa, que no disponemos de recursos o de tiempo para afrontarlo, se activa nuestro circuito del estrés y aumenta nuestro nivel de ansiedad.
Por el contrario, cuando nos enfrentamos al conflicto con la seguridad de que disponemos de los recursos y la capacidad necesarios para poder abordarlo, somos más capaces de mantener nuestro equilibrio emocional y, por tanto, poder afrontarlo con más serenidad desde la emoción adecuada, eligiendo las estrategias más oportunas y sin consecuencias negativas para nuestra salud y nuestro bienestar. Por tanto, nuestra capacidad de afrontamiento no hace referencia solo a cómo resolvemos un problema, sino a la capacidad que tenemos para gestionar nuestras emociones y el estrés que nos genera la aparición de ese problema.
Todos los estilos tienen ventajas e inconvenientes. Dependiendo de la situación puede ser más beneficioso optar por uno o por otro. Por ejemplo, si nos enfrentamos a un problema que podemos resolver, tomar un estilo de afrontamiento activo puede ser el más útil. Sin embargo, cuando el problema no tiene solución, un estilo de afrontamiento pasivo puede ser lo más adaptativo. El estilo de afrontamiento de evitación suele ser el más desadaptativo de los tres, pero seguro que hay situaciones en las que dar la espalda al problema puede ser la opción más adecuada. Todo dependerá del tipo de conflicto y de la emoción adecuada que pongamos al servicio de su gestión.
Dependiendo de la situación, uno puede ser más favorable que otro. Lo ideal sería ser capaces de seleccionar el estilo de afrontamiento que sea más adecuado a cada situación. Ir adaptando nuestras propias estrategias de afrontamiento para abordar con eficacia un problema, va a estar condicionado, en gran manera, de cómo evaluamos los acontecimientos, nuestras propias habilidades y recursos personales, nuestra experiencia previa y los apoyos sociales con los que contamos, entre otras cosas.
A través de nuestra experiencia vital, es posible que uno de estos estilos sea el que más se repita cuando afrontamos un problema. Para identificar cuál es tu estilo de afrontamiento y tu capacidad para elegir las estrategias más adecuadas en cada momento, es necesario previamente que reflexiones si sueles dedicar tiempo a pensar sobre los pensamientos, emociones y conductas que te generan los conflictos; si sientes ansiedad o estrés; si te anticipas a los problemas; cómo te sientes después de afrontar los conflictos; si piensas en alternativas o diferentes maneras de resolverlos; si te cuesta pasar a la acción; si te preocupas mucho o no; si pides ayuda; si haces algo para mantener el equilibrio emocional; si expresas tus sentimientos y emociones cuando te enfrentas a los conflictos familiares; si utilizas el sentido del humor o la sorpresa; si te consideras optimista o pesimista; si te desahogas cuando lo necesitas, etc.
El objetivo no es que pongas una etiqueta a tu estilo de afrontamiento, si no que descubras si utilizas las estrategias más adecuadas y eres flexible en ellas.
Para que puedas gestionar los conflictos en familia, desde la emoción adecuada, puede ser de gran ayuda que ajustes tus estrategias de afrontamiento de un modo más eficaz. Y para ello, te recomiendo lo siguiente:
- Obsérvate y anota cómo crees que sueles reaccionar ante los conflictos que consideras estresantes. Para incorporar cambios en tu forma de actuar, es necesario hacerlo consciente.
- Valora cuáles han sido las consecuencias de esa forma de enfrentarte al conflicto y reflexiona sobre qué hubiese sucedido de haberlo hecho de otro modo.
- Toma conciencia de cómo estás interpretando la situación y trata de cambiar el punto de vista. Pregúntate si estás siendo objetivo y evalúa tus creencias automáticas que pueden estar detrás de esas interpretaciones.
- Toma las riendas de la situación y oriéntate para la búsqueda de soluciones.
- No te «recrees» en los aspectos negativos; el tiempo que dediques a quejarte posiblemente no sea muy productivo. Compartir el malestar con otros puede aliviar el malestar, pero no te quedes en ese paso.
- Retírate si lo necesitas. A veces, necesitamos recuperar nuestro equilibrio para poder ver las cosas con perspectiva. Encontrarnos bien nos va a facilitar que seamos más creativos en la búsqueda de soluciones
- Confía en ti. Siéntete segura y seguro de que podrás conseguirlo, confía en tus habilidades y en tu capacidad para desarrollar nuevos recursos.
- Admite tus propias limitaciones. Confiar en uno mismo y perseverar te acercará a la meta, pero, a veces, esta será inalcanzable; hay que asumirlo.
- No dudes en pedir ayuda si lo necesitas. Cuidar tu red de apoyo social puede ser muy útil, y más cuando hablamos de crianza. Si tu red de apoyo es pequeña, puede ser un buen momento para ampliarla. Si no puedes contar con familiares cercanos o amigos, intenta participar en grupos o asociaciones de familias con las que puedas ir forjando una red de amistad que será un gran apoyo.
- Si el problema no tiene solución, acepta las emociones que te genera. La rabia, producida por la frustración de no conseguirlo, y la tristeza, producida por la pérdida, son normales y tienen su función. No las niegues y acepta que son parte del proceso. Pide ayuda si lo necesitas.
- Enfócate en positivo. De todas las situaciones podemos aprender algo. Si no lo has logrado, seguro que ahora dispones de herramientas nuevas para lo que te toque vivir en adelante.
- Practica otros modos de afrontamiento y explora nuevas herramientas que valores como más útiles.
Y no olvides que, cuando atiendes y gestionas los conflictos desde la emoción y actitud adecuada, estás aprovechando una gran oportunidad para poder educar, acompañar y entrenar a los tuyos a que gestiones sus propios conflictos, presentes y futuros.
Tu ejemplo en la gestión del conflicto, desde la emoción adecuada… ¡Es oro para ellos!
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