Gestionar la incertidumbre del coronavirus en familia
Efectos del coronavirus en la familia
Desde la teoría sistémica familiar se entiende que las familias son un conjunto de elementos que tienden la homeostasis o el equilibrio. Este equilibrio se puede alterar por circunstancias como el nacimiento de un hermano, una mudanza, la adolescencia, un fallecimiento, etc. ¿Qué efecto ha tenido el coronavirus en la familia? Normalmente después de los desequilibrios, las familias aprenden y vuelven a una cierta calma u homeostasis. Actualmente, las causas desestabilizadoras habituales se siguen manteniendo, pero la irrupción externa de la pandemia de coronavirus, nos obliga a replantearnos el concepto de equilibrio, sobre todo para aquellas familias que no están tan habituadas a convivir con la inestabilidad y la incertidumbre. Ya no se trata tanto de aprender a volver a un equilibrio, como de transitar en la inestabilidad.
Ahora que estamos en un momento de relativa mejoría con respecto al pasado más reciente de confinamiento y estado de alarma, es un buen momento para realizar una pequeña pausa y reflexionar sobre lo que hemos aprendido y afrontar el futuro aún incierto de una forma más funcional.
Normalmente la familia debería ser un elemento generador de seguridad para que los niños y niñas dispongan un entorno estable donde poder crecer y desarrollarse de una forma saludable.
La incertidumbre del coronavirus
Os proponemos una serie de pautas que pueden ser útiles para que la familia sea, efectivamente, generadora de calma y seguridad:
- Pensar sobre lo que hemos aprendido. Pararse a pensar sobre lo que hemos vivido en el estado de confinamiento puede ser muy interesante para potenciar aquello que ha sido positivo, como rescatar tiempo para hablar con la pareja y con los hijos, darse cuenta de que los niños pueden ser más autónomos o han mejorado la capacidad de tolerar la frustración. También podemos aprender de aquello que no hemos gestionado tan bien, por ejemplo, hablar de forma de forma poco amable en situaciones de estrés, negar las emociones o no ponerse, en algunos momentos, en el lugar de otros.
- Buscar estrategias que reduzcan la activación emocional. Es posible que en situaciones de crisis se den algunas situaciones estresantes que nos impidan mantener la calma y la serenidad. Conviene tomar consciencia de estos momentos para evitar una escalada emocional. Podemos acordar con el resto de los miembros de la familia que en ciertas ocasiones es mejor frenar una conversación y retomarla en otro momento y así afrontar esas situaciones con más calma.
- Realizar asambleas familiares. Desde la disciplina positiva se propone esta herramienta que puede ser muy útil para aprender a gestionar situaciones de estrés. En las asambleas familiares se pueden negociar acuerdos, expresar cumplidos, tomar decisiones consensuadas…
- Dejar espacio para expresar las emociones. Durante el estado de confinamiento es posible que se hayan quedado algunas emociones algo arrinconadas. Por ejemplo, hay niños y niñas que han podido sentir inquietud o miedo y ahora tengan cierto temor a salir a la calle o expresen su inquietud con un comportamiento más arisco. Si dejamos espacio para que hablen puede ayudar bastante a deshacer esos nudos. Es interesante distinguir entre trauma y sufrimiento. Es posible que se hayan producido situaciones de sufrimiento como muertes u hospitalizaciones. Es saludable hablar de sufrimiento para que no se enquiste y se convierta en un trauma en un futuro.
- Miedo en su justa medida. El miedo es adaptativo para poder hacer frente a las amenazas. En este momento aún existe la amenaza del Covid 19 y por tanto el miedo es adaptativo en la medida en que nos ayuda a tomar las precauciones oportunas como mantener la distancia de seguridad, usar las mascarillas o lavarse las manos. El miedo no adaptativo es aquel que exagera la amenaza y nos hace estar en un constante estado de alerta pensando que nos vamos a contagiar o contagiar a otros hagamos lo que hagamos. No obstante, si o tenemos ningún miedo corremos el riesgo de negar la amenaza. En ciertos adolescentes (y algunos adultos) podemos encontrar una cierta negación de la amenaza. Es normal que en la etapa adolescente se tiendan a minimizar los riesgos y pensar que no les va a pasar nada, pero las familias tenemos una responsabilidad a la hora de ayudar a nuestros hijos a vivir de una forma lo más normalizada posible aunque sin negar la amenaza.
- No crear falsas expectativas. Es posible que nuestros hijos nos pregunten sobre lo que va pasar en un futuro más o menos cercano (como la vuelta al colegio en el mes de septiembre) Realmente, no sabemos lo que va a pasar y eso puede generar cierta inseguridad, pero es mejor decir que no sabemos y que tomaremos todas las medidas oportunas en cada momento, que dar una respuesta demasiado optimista o pasarnos de pesimistas.
- Retomar hábitos saludables. En situaciones de incertidumbre y estrés es muy recomendable adquirir hábitos saludables como la práctica del deporte y dedicar algún momento del día a realizar ejercicios de respiración. También es conveniente revisar nuestra forma de alimentarnos favoreciendo una dieta equilibrada y un ritmo adecuado a la hora de ingerir los alimentos. Estos hábitos son buenos en sí mismos para la salud, pero también ayudan a afrontar mejor los momentos de crisis.
Aquellas familias que aprendan a convivir con la incertidumbre saldrán seguramente más reforzadas después de cada cambio y aumentarán la resiliencia del grupo y de cada uno de sus miembros de forma individual.
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