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Inteligencia emocional versus inteligencia artificial, ¿estamos preparados?

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Existen máquinas que son capaces de simular una relación humana, identificar nuestras emociones y aprender lo que tienen que hacer para que ciertas personas puedan estar entretenidas de forma constante o no tengan sentimiento de soledad. En realidad, desde el siglo pasado ya había máquinas para entretener, como televisiones o videoconsolas, pero la diferencia entre las  máquinas del siglo pasado y las actuales con inteligencia artificial es que estas últimas  son capaces de identificar las emociones humanas y aprender a través del machine learning.

Es decir, que pueden aprender a identificar mejor la emociones a medida que interactúan con las personas.  Esto les permite adaptar sus conductas a la respuesta humana.

¿Inteligencia emocional versus inteligencia artificial?

Me gustaría proponer tres ejemplos de máquinas para comprender mejor cómo funcionan: social bots, robots de compañía y sexbots.

Los social bots son perfiles de redes sociales no humamos que interactúan de forma humana: pueden opinar, escribir textos o generar ideas. Pueden ser utilizados para entretener, crear noticias falsas o, incluso,  influir en un determinado sentido político en unas elecciones.

Los robots de compañía están creados para entretener a personas con diversos perfiles. Se venden  para entretener a niños, como profesores o incluso para “aumentar la autoestima”. En países como Japón se están utilizando en hospitales para entretener a ancianos  que no tienen familia o para recordarles el momento en que deben tomar la medicación o vigilar sus constantes vitales.

Los sexbots son máquinas de gran realismo destinadas a mantener relaciones sexuales. Se venden robots masculinos y femeninos.  Pero su realismo no es solo físico, pues se pueden elegir perfiles más sumisos o más activos. Estos bots generan  billones de dólares anuales.

Después de conocer estos tres ejemplos de máquinas con inteligencia artificia, surge el siguiente interrogante:

¿Estamos realmente preparados para la relación persona-robot?

Si una máquina conoce nuestras emociones y es capaz de aprender de nuestro feedback lo que tiene que hacer para mantenernos con  una emoción agradable, ¿podría ser algo potencialmente adictivo?

Si un bot  puede “cubrir” las necesidades afectivas y sexuales, ¿es posible que alguien llegue a preguntarse para qué sirven los demás humanos?

Está claro que en la era digital cada vez tenemos menos intimidad. En la era de la inteligencia artificial, ¿podríamos perder  también nuestra intimidad emocional?

¿Debería existir un código ético universal  que regule la fabricación y comercialización de robots capaces de identificar emociones?

Espero que este texto genere una reflexión para que empecemos a tomar consciencia de los posibles retos a los que tendremos que enfrentarnos y así estar más preparados.

Colaborador de la Universidad de padres. Psicólogo especialista en preadolescencia y adolescencia. Tiene consulta privada y trabaja como orientador en colegios de Madrid.

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