- La representación del mundo.
- Una dificultad: problemas para ir a la escuela.
- Las relaciones familiares.
90,00 €
Dirigido a familias con hijos que cumplen 3 años en el 2020.
El niño de tres años tiene ya un buen control de su cuerpo en movimiento, domina mejor el equilibrio y se desenvuelve con más seguridad en el medio físico. Esto es resultado de su crecimiento físico, de la experiencia que ya tiene (esquemas motrices) y de la maduración de su sistema nervioso.
Es más imaginativo que en etapas anteriores y su capacidad de concentración va mejorando, aunque todavía se distrae con facilidad. Su experimentación es constante, aprenden muy rápido y madura su personalidad.
Matriculación cerrada
Los niños de tres años han podido acumular en su breve vida un gran número de experiencias vitales que les han permitido aprender y perfeccionar un gran número de habilidades y destrezas.
El juego, que inicialmente estaba más basado en control y descargas motrices, se va ampliando gracias a su imaginación y capacidad cognitiva hacia juegos simbólicos, de interacción con iguales y juegos motrices que exigen de una mayor planificación o reglas. Es fácil observarles jugando juntos a distintos roles (yo soy la mamá y tú el bebé) o intercambiando juguetes como forma de cooperación.
Al niño de 3 años se le plantearán gran cantidad de nuevos retos que necesitarán de su capacidad de autocontrol y regulación para afrontarlos.
A esta edad los niños siguen siendo grandes exploradores pero su exploración ha pasado de un plano físico a un nivel más intelectual. Quieren conocer todo, comprender todo, relacionar unas cosas con otras… Su curiosidad e interés no tiene límite debido a su gran salto en su capacidad de pensamiento. Mantener viva esa curiosidad es uno de los grandes retos de la etapa escolar infantil.
Otra de las necesidades a esta edad son los límites bien definidos que le enseñarán a interactuar y relacionarse con los otros así como ir logrando de forma progresiva un mayor control de sí mismo. No se trata de evitarles las posibles causas de frustración naturales sino más bien de permitir que se enfrente a ellas y aprenda a tolerarla. Las actividades compartidas con sus padres y las actitudes que estos muestren ante sus éxitos y dificultades serán de gran importancia en la construcción de esa tolerancia a la frustración.
Su aumento de vocabulario y su mayor complejidad en estructuras gramaticales convierte al lenguaje en su principal herramienta de aprendizaje, de relación e incluso de autocontrol ya que empieza a usar el lenguaje como forma de controlar la conducta de los demás pero también la propia.En el proceso de aprender a controlar su atención y su acción el lenguaje es fundamental, porque el niño comienza a hablarse a sí mismo.
Empieza poco a poco a tener conceptos morales relacionados con la convivencia lo que le hace sentir más obligado a cumplir las normas establecidas.
Aparecen las primeras amistades aunque con mucha alternancia en el tipo de sentimientos y conductas hacia ellas. Aparecen los roles de género y su identificación con uno de ellos tanto a nivel físico como en conductas y actitudes a partir de modelo social y cultural que su familia le ofrece.
En esta edad es muy importante que el niño amplíe su vocabulario, para lo cual sus padres y educadores deben proporcionarle una variedad de experiencias educativas, en las que el lenguaje debe ser el medio para compartir emociones, pensamientos, deseos.
Observa lo que hay a su alrededor, trata de explicar a su manera lo que ve. Para esto es necesario un buen dominio del lenguaje, que los padres le escuchen y le ayuden a expresarse. Su intención es adueñarse de sí mismo y adueñarse del mundo en el que vive, para lograrlo tiene que poner constantemente a prueba sus teorías, aunque sean completamente extravagantes e imposibles. Su objetivo es pensar y actuar por sí mismo.
El niño de tres años es un explorador nato que disfruta con cualquier clase de actividad. Compartir con él de todas esas experiencias y los pequeños fracasos o frustraciones a las que se enfrente, le ayudará a ser más perseverante y mirar las cosas con optimismo. Como padres es importante ayudarle a mantener esa actividad e interés por cuanto le rodea.
Es la edad en que repiten: “yo puedo, yo sé hacerlo sólo”. Pero también se encuentran muchas veces con sus limitaciones, es tan fuerte su motivación por lograr algo como la frustración que experimentan. Aprende a darse a sí mismo órdenes, para lo cual ha tenido que aprender antes a obedecer a sus cuidadores.
En esta etapa se va ajustando la expresión emocional y verbal: el niño aprende que puede hablar sobre sus emociones, comunicarlas, comprenderlas, lograr que le presten la atención que necesita. Es crucial que aprendan buenos hábitos de comunicación, en la familia y en la escuela fundamentalmente.
En esta etapa aprenden también que no siempre pueden conseguir lo que quieren, bien por sus propias limitaciones, o porque a sus cuidadores no les parece bien. Hay que evitar las exigencias, enseñarle a esperar y que no siempre podemos hacer lo que nos gustaría. Este aprendizaje forma parte de las habilidades sociales necesarias para convivir con los demás. A esta edad los padres y otros cuidadores son modelos de comportamiento social muy eficaces, ya que los niños imitan muchos de su comportamiento.
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