- Una cabeza bien amueblada.
- La etapa de educación primaria.
- El autoconcepto.
90,00 €
Dirigido a familias con hijos que cumplen 8 años en el 2020
Los niños de ocho años experimentan un desarrollo físico y han mejorado su coordinación. Muestran un mayor autocontrol e inteligencia emocional y además manifiestan un pensamiento más coherente que da sentido a sus pensamientos, sentimientos y acciones ya que aprenden a establecer conexiones lógicas entre su experiencia y las reglas de la naturaleza y la sociedad..
Matriculación cerrada
Observaréis que vuestro hijo está cambiando físicamente. Está creciendo y su figura cambia, tiene más fuerza y un mayor autocontrol. Por ello percibiréis que se muestra más confiado en sus capacidades, además ha logrado un equilibrio en el control de sus acciones. Poco a poco ha ido dando sentido a sus emociones, sentimientos y acciones. Comprende mejor cuales son las expectativas sociales, qué normas debe cumplir, en definitiva, cuál es la moral en la que le están educando. Está aprendiendo a establecer conexiones lógicas entre su experiencia y las reglas de la naturaleza y la sociedad.
Por otra parte, comprobaréis que sus habilidades verbales ya le permiten expresarse con una mayor exactitud. El aprendizaje de la lectoescritura favorece una comunicación más rica. Esta es una etapa en que aprenden “como esponjas”, absorben mucha información en la escuela y también en otros contextos. Suelen tener mucha curiosidad, por eso hay que animarles a que expresen su asombro, a que pregunten, participen y hablen en cualquier situación social. La curiosidad hay que favorecerla, porque es parte de la convivencia.
La escuela le va a enseñar mucho, pero vosotros, su familia, debéis procurar trasladar ese aprendizaje a la vida cotidiana, sobre todo en el nivel lingüístico. No debemos olvidar que el lenguaje es el gran tesoro, las normas de convivencia son lenguaje, los sentimientos, los valores, el pensamiento, son lenguaje.
Por otro lado, cada vez es más consciente de sus sentimientos, comprobaréis que necesita conocer la verdad y que la convivencia con los demás sea justa. Percibiréis que vuestro hijo está en un momento clave, quiere sentir y actuar con una autonomía responsable. Es decir, quiere actuar responsablemente y además es necesario que lo haga.
Se encuentra en un momento en el que necesita empezar a aprender el sentido del deber. Le interesa comprender mejor el mundo sentimental, quiere que le comprendan y comprenderse a sí mismo y ya sabe que aunque pueda tener sentimientos de enfado, deben saber que es su obligación controlarlos. A los ocho años ya se espera que sepa diferenciar los buenos sentimientos de los malos, no se trata de que niegue sentimientos difíciles, sino de aprender a manejarlos, de saber hablar de ellos, controlarlos, transformarlos en otros más constructivos.
Su aumento de vocabulario y su mayor complejidad en estructuras gramaticales convierte al lenguaje en su principal herramienta de aprendizaje, de relación e incluso de autocontrol ya que empieza a usar el lenguaje como forma de controlar la conducta de los demás pero también la propia.En el proceso de aprender a controlar su atención y su acción el lenguaje es fundamental, porque el niño comienza a hablarse a sí mismo.
Empieza poco a poco a tener conceptos morales relacionados con la convivencia lo que le hace sentir más obligado a cumplir las normas establecidas.
Todo esto lo va a poder experimentar también en su grupo de iguales, así como las habilidades sociales y veréis que en el grupo cada uno desempeña su papel. Entre los 7 y los 8 años el niño empieza a desarrollar su inteligencia ética. Aparecen las primeras relaciones de cooperación, fundamentalmente en los juegos en grupo, en los que se desarrolla la idea de igualdad.
En esta etapa todo su desarrollo alcanza una coherencia, por ello debemos darle oportunidades para que la representación del mundo que se está construyendo sea adecuada, y debemos también ayudarle a que la construya por sí mismo. Por este motivo hay que despertar su interés, ayudarle, conectar con sus capacidades e inquietudes y exigirle también. Mientras que en la primera infancia el pensamiento evoluciona por sí sólo, con la estimulación adecuada, en esta etapa hay que educarlo, tanto en la escuela como en la familia.
El pensamiento del niño de ocho años está en el comienzo de la etapa de las operaciones concretas. En la familia, en esta edad, conviene favorecer este tipo de inteligencia, mediante la lectura, las conversaciones inteligentes (los niños comprenden más cosas de las que parece) y las actividades guiadas, como ir a museos, a teatros, a la naturaleza. Hay que enseñar a utilizar el tiempo libre de una manera constructiva, porque el deber de educar el pensamiento no termina en el aula, se extiende a toda la sociedad. Conviene favorecer desde el principio un pensamiento activo. Las teorías que se manejan hoy día en la educación enfatizan la capacidad creadora del niño, demostrando que tiene que construir su pensamiento por sí mismo.
Debemos estar atentos a su expresión emocional, que puede ser bastante cambiante. Por esto es necesario escucharles, conversar con ellos, jugar incluso con sus historias, leyendo o haciendo pequeñas bromas. El niño de ocho años necesita adquirir una confianza básica, que puede compartir sus sentimientos, que le escuchan, le respetan, le ayudan a manejarlos. Aprende a distinguir los que son buenos, de los que hacen más difícil la convivencia y nos perjudican si no sabemos controlarlos.
El entorno en el que vive el niño tiene un papel muy importante en su educación sentimental, de manera que un entorno amable y tranquilo, por lo menos en casa, va a proteger al niño frente a estos sentimientos difíciles. No es que no los vaya a tener, sino que los puede aprender a manejar, comprendedlos y decidir cuál quiere que sea su comportamiento. En esta etapa hay que tener un poco de paciencia, ser flexible, pero exigente.
En este momento las habilidades verbales del niño son mucho mejores. Por eso tenemos que promover la lectura, ayudarles a que, sepan expresar por escrito sus experiencias, aunque sea de una manera muy simple: las redacciones, los cuentos, las narraciones orales, incluso los dibujos animados si son educativos, todo debe enriquecer el vocabulario afectivo y cognitivo del niño.
En esta etapa se producen cambios en la inteligencia social. Sus razonamientos pueden resultar muy básicos, desde la perspectiva de un adulto, pero hay que conversar sobre estas cosas, preguntar, ayudarles a resolver sus dilemas. Debemos ser conscientes de que en este año los niños piensan sobre cuestiones éticas, les interesa tanto saber cuáles son las normas más justas, por eso protestan a veces y dicen que algo es injusto.
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