¿Realmente ha cambiado la educación en España?
Si tenéis redes sociales, estaréis al tanto de la nueva tendencia:#10yearschallenge. Que consiste en compartir dos fotos, una de hace 10 años y otra actual. La “finalidad” de esta moda es poner de manifiesto cómo hemos cambiado nosotros, la sociedad, la moda… Y, por qué no, reírnos un poco de nosotros mismos.
En la Universidad de Padres hemos decidido echar la vista atrás para recordar
Cómo era el panorama educativo español hace diez años
Reformas educativas en España
La Ley vigente era la LOE, la Ley Orgánica de Educación, aprobada en 2006 por el gobierno socialista y no exenta de polémica a causa de la introducción de la asignatura de Ciudadanía. No obstante, eran tiempos dorados para la educación, que en 2009 gozó de una de las mayores dotaciones presupuestarias de nuestra historia, alcanzando el 5,07% del PIB (53.092 millones de euros). A partir de ese año comenzó un descenso vertiginoso que, recortes mediante, ha desembocado en un 3,8% en 2018. No sabemos aún qué ocurrirá este 2019.
2009 fue un “año Pisa”, es decir, realizamos las famosas pruebas de evaluación de la OCDE, que se organizan cada 3 años. Ese año recuperamos unos puntos con respecto a la anterior evaluación, realizada en 2006, si bien seguíamos quedando por debajo de la media. En 2009 ocupamos el puesto 33 en comprensión lectora (481 puntos frente a los 493 de la media de la OCDE), el 34 en competencia matemática (483 puntos frente a 496) y el 36 en competencia científica (488 puntos frente a 501 de la media).
En 2019 conoceremos los resultados de la evaluación de 2018. ¿Seguiremos mejorando nuestras puntuaciones, como ocurrió en la prueba de 2015, año en que llegamos a superar la media (496 puntos vs. 493) en lectura? y esto ¿para qué sirve? ¿la educación son solo datos, números, letras…?
No nos gusta quedarnos en la superficie ni valoramos solo medidas de la vieja escuela.
La educación sigue siendo un fiel reflejo de la sociedad
Pero al margen de leyes y de rankings, han sucedido otros cambios a lo largo de esta década. A nivel de aula hemos asistido a la irrupción del bilingüismo y de las TICs, cada vez más presentes en nuestras vidas. Las innovaciones pedagógicas se van implantando un poco más tímidamente. El tema de las nuevas metodologías mete mucho ruido, pero ¿tiene efectos prácticos? De momento sigue existiendo una tensión entre el modelo tradicional y el moderno, aunque cada vez más docentes y centros se apuntan a la enseñanza por proyectos, a las pedagogías activas, la gamificación, las flipped classroom… Términos que, allá en el 2009, apenas nos sonaban.
En definitiva, seguimos adelante, con altibajos, pequeños triunfos y algún traspiés. Como en las demás esferas de la vida. Y es que la educación sigue siendo un fiel reflejo de la sociedad; un espejo del que obtener un interesante retrato generacional.
¿Está la pedagogía a la altura de los tiempos?
La educación que se ha convertido en tema prioritario de la agenda científica, social, económica y política pasa por un momento de transición, extraordinariamente complejo, que puede decidir la evolución cultural de los próximos decenios.
Casi todos los políticos estarían dispuestos a emular a Tony Blair cuando dijo: «Mi programa se reduce a tres palabras: educación, educación y educación». O a José Mujica, presidente de Uruguay: «Vamos a invertir primero en educación. Segundo, en educación. Y tercero, en educación».
«La educación es el principal vector de movilidad social y de corrección de las desigualdades» Néstor Kirchner
Sin embargo, para muchos críticos, esta apelación a la educación como solución a los problemas sociales es una martingala política que sirve «para remitir al futuro los problemas de hoy». En palabras de Lambert y Popelard: «Puesto que educar exige tiempo, nadie puede esperar resultados in- mediatos de una reforma escolar. Mientras tanto y, puesto que los que sufren injusticias han sido convencidos de que su única tabla de salvación consiste en “trabajar bien en la escuela”, no hay necesidad de contemplar otras opciones políticas». Es difícil encontrar consenso en cuestiones educativas porque las diferentes posiciones suelen ampliar un solo aspecto, con lo que deforman la realidad. Una verdad fragmentada o exagerada deja de ser verdad.
Por ejemplo, en España, la izquierda ha recelado siempre de la apelación al «esfuerzo del alumno» hecho por la derecha. ¿Es que son partidarios de un laxismo irresponsable? No. Solo temen que relacionar demasiado estrechamente el éxito escolar con el esfuerzo del alumno culpabilice a este del posible fracaso, minimizando la influencia del entorno, de la situación económico-social o de la calidad del sistema educativo.
¿Podemos fiarnos de alguien en temas educativos?
Más allá de las opiniones, nos enfrentamos a un hecho: hemos entrado en la «sociedad del aprendizaje», que se rige por una ley sencilla e implacable: «Para sobrevivir, las personas, las empresas y la sociedad necesitan aprender al menos a la misma velocidad con que cambia el entorno; y para progresar, deben hacerlo a más velocidad que el entorno». Es una ley apropiada para cualquier momento histórico, pero su validez se hace más patente en este momento.
¿Tendrá razón la OCDE al decir que la pedagogía se encuentra en una etapa precientífica?
Muchos indicios presagian una colosal revolución educativa que va más allá de la escuela y tiene en danza a todas las personas responsables y a todas las instituciones. «El aprendizaje nunca ha sido tan importante como ahora», ha escrito Joseph Stiglitz, que no es un pedagogo, sino un premio Nobel de Economía. La nueva frontera educativa amplía sus límites, coloniza nuevos territorios. Los años de aprendizaje no se terminan en la escuela, sino que duran toda la vida.
¿Queremos dejar la educación en manos del azar, o vamos a trabajar para mejorarla?
Y tú ¿qué opinas?
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