Un verano aburrido
Llega el verano y todos queremos hacer planes, vivir experiencias inolvidables. Nos preocupa qué hacer con los niños, queremos que estén entretenidos, que se diviertan, que aprovechen el tiempo y, a ser posible, que aprendan. Desde la UP os vamos a proponer justo lo contrario: este verano, vamos a intentar estar aburridos, pero en familia.
Un verano aburrido en familia
Al estudiar el aburrimiento nos enfrentamos a una paradoja: nos parece una amenaza, algo que hay que combatir, sobre todo con nuestros hijos: cualquier padre o madre tiembla ante el temido “¡Me aburro!”. Pues bien, desde hace unos años, distintos expertos sugieren que a los niños les conviene aburrirse de vez en cuando. También a los adultos.
Esta instancia a aburrirnos, por un lado, constituye una reacción a los tiempos acelerados que vivimos, con sus ritmos imposibles que, aparte de estresarnos, nos impiden muchas veces pensar con claridad, analizar lo que queremos, hacia dónde vamos o quiénes somos. A nuestros hijos, por contagio, les roba tiempo de juegos y fantasía. Esta sería la parte “terapéutica” o “restaurativa” del aburrimiento; una especie de antídoto contra el ruido, las prisas y la hiperestimulación. Un descanso para nuestras agotadas mentes. Pero el tedio, además, tiene una parte “generadora”: capacidades como el pensamiento crítico, la creatividad, el análisis, la reflexión o la imaginación tienen su origen en el aburrimiento. Un aburrimiento que enraíza con el no hacer nada, con la inactividad, con ciertos momentos de contemplación. Algo tan sencillo pero que tanto nos cuesta hoy en día.
Beneficios del aburrimiento
El aburrimiento es un reciente objeto de estudio de la psicología y la neurociencia, y cada vez recibe más atención. Se puede definir como un estado emocional negativo o incómodo, en el que percibimos el nivel de estimulación como insatisfactoriamente bajo. Sin embargo, todas las emociones, incluso las menos agradables, tienen una utilidad. El aburrimiento se asocia con fines comunicativos, de autoconocimiento y autorreflexión. Estimula la fantasía, lo que conduce a la creatividad y favorece la resolución de problemas. Fomenta la paciencia y la perseverancia, ayuda a descubrir posibilidades y, si lo asociamos con la capacidad para estar en silencio, afianza el aprendizaje y la reflexión. Además, está relacionado con la memoria, la atención, la imaginación y la planificación. Cada vez más voces afirman que el aburrimiento tiene efectos positivos y alertan de que los niños actuales no saben aburrirse, por lo que se perderían esos beneficios.
A nivel neurológico, en el aburrimiento parece estar implicada la “red neuronal por defecto”, descubierta en 2011 por Marcus Raichle. Se trata de un circuito neuronal que se activa cuando no hacemos nada, estamos en nuestro mundo, nos ensimismamos y dejamos vagar nuestros pensamientos. Esta red nos permite soñar despiertos, se ocupa de conectar experiencias y lecciones aprendidas en el pasado con planes futuros, planificar escenarios posibles o buscar otras soluciones, crea narraciones sobre nuestra propia vida encadenando los recuerdos y da alas a la imaginación (1). Todo esto pasa en el cerebro cuando ̶ aparentemente ̶ no pasa nada.
Ciertas formas de pensamiento, sobre todo las más complejas, requieren tiempo. No se nos puede ocurrir una buena idea, ni podemos tomar una decisión importante en un instante (de hecho, muchos descubrimientos importantes se han realizado en periodos de descanso como viajes o vacaciones). Es lo que en el proceso creativo se conoce como “incubación”.
Tenemos que dedicar tiempo a reflexionar. Si siempre estamos corriendo, respondiendo mails o pendientes del móvil, ¿qué tiempo nos queda, realmente, para nosotros?
¡Socorro, mi hijo dice que está aburrido!
El aburrimiento del que hablamos no es más que un rato de libertad, de descanso o desconexión, en soledad, sin pantallas, ruidos ni obligaciones. No se trata de pasarse la vida aburridos como ostras. Pero es importante que los niños tengan ocasión de parar, dejar volar su imaginación, perder el tiempo con actividades no organizadas o imprevistas.
En cambio, no permitimos estos respiros. Llenamos su tiempo con actividades extraescolares, talleres, deporte, idiomas, juegos educativos, apps, dibujos animados, tablets… Esto, unido a nuestros horarios laborales y las dificultades de conciliación que implican, está produciendo generaciones de niñas y niños apresurados, hiperestructurados y dirigidos. Dejan de ser capaces de entretenerse por sí mismos y dependen de forma pasiva de formas externas de estimulación. Estos estímulos externos, a su vez, van mermando su asombro y su capacidad de automotivación (2). Cada vez necesitan más nivel de estimulación; esperan ser entretenidos en cualquier momento y son incapaces de tolerar el aburrimiento y la frustración. Si los pequeños no disfrutan de momentos vacíos, «se reduce la capacidad creativa y, hasta cierto punto, la exploración natural y la curiosidad” (3).
Aburrirse desarrolla la autonomía personal, la autorregulación, el pensamiento propio, la imaginación, la paciencia… Si un niño se aburre y nadie le dice qué hacer, él mismo dará con una forma de divertirse. Por eso necesitan oportunidades para hacer cosas por sí mismos, sin dirección adulta, ponerse sus propias metas, inventarse planes y proyectos.
Según Carme Crespo, psicóloga infantojuvenil, esos periodos de intimidad permiten a los niños conectar consigo mismos, y la búsqueda de alternativas al tedio les hará más flexibles cognitivamente, más tolerantes, más creativos y más resolutivos (4). La psicóloga Silvia Álava sostiene que el aburrimiento mejora procesos cognitivos como la atención y la autonomía. Los niños tienen que aprender a gestionar su propio tiempo y a estar solos (5).
Así que insistimos en nuestra invitación al aburrimiento. Cuando tu retoño se queje del hastío insoportable, no intervengas, acabará solucionándolo. Poco a poco irán aflorando ocurrencias, recuerdos, planes, ideas… Estará aprendiendo, además, una sana costumbre. Y tú mismo, la próxima vez que tengas un momento libre, no caigas en la tentación de sacar el móvil. Los vídeos graciosos de gatitos pueden esperar. Regálate ese tiempo: desconecta, descansa, deja vagar tu imaginación, respira y quédate un ratito en las nubes.
Y tú ¿qué opinas?
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