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La importancia de los límites y las rutinas en la familia

Nuestros hijos necesitan sentirse seguros y protegidos en familia para que puedan sentir bienestar. Y para esto, es fundamental que la dinámica familiar funcione bien con rutinas apropiadas y límites respetuosos.

Dichas rutinas y límites, además de facilitar un buen funcionamiento en el hogar, nos van a ayudar a anticipar, evitar o disminuir la aparición de diferentes conflictos y hará que cada miembro de la familia sepa lo que se espera de él o de ella. De esta manera, estaremos haciendo más y mejor familia y estaremos enseñando a los más pequeños de la casa a colaborar y a cooperar en familia.

Límites y rutinas familiares

A la hora de definir los límites y las rutinas, es clave que estos sean conocidos y definidos por todos, que sean claros, que sean comprendidos, que sean flexibles y, si se da el caso, puedan ser renegociados en los momentos que no se ajusten a la realidad del día a día. Y por supuesto, es necesario que sean respetuosos con cado uno de los miembros de la familia. Estaremos apostando por un ambiente familiar seguro y tranquilo, que permita a nuestros hijos centrar su atención en otras cosas y les da estabilidad en los tiempos y en las tareas del hogar. A su vez, estaremos reduciendo el estrés e incertidumbre, y les estaremos ayudando a organizar los tiempos y los pensamientos diarios.

Las familias con un estilo autoritario suelen poner muchos límites, normalmente sin consensuar ni explicar («porque yo lo digo») y suelen ser inflexibles en su cumplimiento. Por el contrario, las familias sobreprotectoras o las familias negligentes suelen poner pocos límites. En el primer caso, porque piensan que la permisividad les ayudará a conectar más con sus hijos, y en el segundo, por falta de implicación en la crianza.

Mantener el equilibro y poner límites en su justa medida son tareas complicadas.

Ideas para establecer límites razonables en el hogar

A continuación, te proponemos algunas ideas:

  1. Dedica tiempo a consensuar los límites. El adulto eres tú y tienes mucha más capacidad para decidir lo que es mejor para ellos. Sin embargo, cuando imponemos límites y normas, promovemos dos actitudes:
    • La obediencia, que nos es muy cómodo como adultos, pero no fomenta la responsabilidad, la capacidad para tomar decisiones y el pensamiento crítico. Además, promueve la dependencia hacia el adulto y hacia los demás (hecho que no nos gustará tanto cuando sean «obedientes» con otras personas que no necesariamente querrán lo mejor para ellos).
    • La rebeldía, que nos llevará a conflictos permanentes por cada cosa que queramos hacer.
      • Cuando los límites y las normas son consecuencia del diálogo y la reflexión conjunta, serán mejor aceptados.
  2. Que se comprendan. Si sienten que eso es así porque yo lo digo, de nuevo, podrán obedecerlo o rebelarse. Sin embargo, si comprenden las razones que hay detrás de ese límite, lo aceptarán mucho mejor: «Porque puedes hacerte daño o dañar a otro», «Porque debes descansar para sentirte bien», «Porque es saludable para tu cuerpo», etc.
  3. Con firmeza y amabilidad. Cuando establecemos límites, es importante que todos valoremos la importancia de cumplirlos. Si solo se deben cumplir a veces, ellos no sabrán a qué atenerse y su desconcierto los podrá llevar a tomar decisiones inadecuadas. Pero la firmeza no significa ser autoritario. Debe ir combinada con la amabilidad en todo momento. Y la paciencia, mucha paciencia. Cada uno de nuestros hijos reaccionará de manera diferente. Para cumplir los límites y las normas, también necesitamos enseñar habilidades para la vida y competencias socioemocionales. En muchas ocasiones, respetar los límites les podrá generar mucha frustración. Con amabilidad y cariño, validando sus emociones y acompañando, irán aprendiendo a posponer la gratificación, a autocontrolarse y a desarrollar todas las habilidades necesarias. No esperes que esto pase en días o semanas, posiblemente, sea algo que tendrán (tendremos) que ejercitar durante toda la vida.
  4. Con flexibilidad. El objetivo no es imponer el cumplimiento de la norma, sino que, poco a poco, vayan siendo más responsables para que dejen de necesitar que pongamos esa norma porque sean capaces de decidir solos qué hacer. En muchas ocasiones, podremos negociar y proponer alternativas razonables, para que los límites sean más llevaderos. Además, ten en cuenta que los límites van a ir cambiando con la edad. A medida que vayan creciendo, irán necesitando que esos límites se amplíen y cambien. Si nos mostramos inflexibles, posiblemente convertiremos la convivencia en un campo de batalla diario. Es importante tener en cuenta esto si tenemos hijos de diferentes edades. Ellos deben comprender que las normas son para todos, pero pueden ser adaptadas.
  5. Evalúa con ellos el cumplimiento de los límites. Es posible que alguno de los límites que habéis establecido no se esté cumpliendo. Semanalmente, en las reuniones de familia, cenas o momentos que disfrutéis juntos, se debería revisar, felicitando, agradeciendo y reconociendo las cosas que se van cumpliendo, y valorando qué se puede hacer con las que están costando más.
  6. Da tiempo y anticipa. Aunque la norma esté clara, cuando llega el momento de cumplirla puede ser complicado. Por ejemplo, hemos establecido conjuntamente una hora para uso de pantallas; ellos lo han aceptado y están dispuestos a cumplirlo. Si esperamos que cuando pase esa hora vayan a apagar solos la pantalla, igual nos frustramos un poco cuando veamos que eso no pasa. Si están jugando o viendo algo que les gusta, ni se dan cuenta del paso del tiempo. Por eso, es necesario ayudarles a que sean capaces de cumplirlo, facilitándole alguna estrategia, gesto o ayuda (reloj, aviso, alarmas, pregunta al finalizar el tiempo, etc.) que les conecte con el compromiso adquirido y se hagan responsables del mismo. Y por nuestra parte, podamos alentarles y destacar, para reforzar, que han sido capaces de conseguirlo y mantener lo acordado.
  7. Nunca infravalorar al niño. En muchas ocasiones, cometerán errores, incumplirán las normas y harán todo lo contrario a lo que esperamos de ellos. Ellos deben tener claro que lo que han hecho puede ser inapropiado, pero nuestro amor incondicional no está en peligro. Tendremos que hacer mucho autocontrol emocional para no decir cosas que puedan herirlos. Pensemos juntos qué es inadecuado y qué podemos hacer para repararlo y que no vuelva a suceder.
  8. Orientarse en soluciones, no en consecuencias. Esto no es otra cosa que evitar el castigo o cualquier otro nombre que le pongamos a lo que viene después del incumplimiento de una norma. Si consensuamos que el que no recoja su habitación tendrá que fregar los platos toda la semana, estamos poniendo un castigo, aunque sea consensuado y no haya gritos de por medio. Es mucho más apropiado y respetuoso apostar más por buscar soluciones. Estas deben estar relacionadas con lo que ha sucedido y deben servir para reparar lo que no ha salido bien. Esa búsqueda de soluciones debe ser conjunta, no impuesta, pues, de lo contrario, sería percibida igualmente como un castigo. Los castigos forman parte de un estilo autoritario, que promueve la obediencia o la rebeldía, no la responsabilidad.
  9. Autocontrol. Como en todo este proceso, nuestro estado emocional va a condicionar en gran medida nuestra capacidad para consensuar y acompañar en el establecimiento de límites. En muchas ocasiones, nos veremos saturados por lo que sucede en nuestra casa, tanto por lo que hacen nuestros hijos, como por lo que dejan de hacer. Dependiendo de cómo estemos nosotros, podremos orientarnos mejor a buscar soluciones, entraremos en erupción como un volcán que estallará en gritos y reproches o acabaremos haciendo por ellos lo que ellos deberían hacer. Por eso, en el intento de que, poco a poco, vayan siendo más autónomos y responsables, deberemos hacer un gran ejercicio de autocontrol. Por un lado, el autocuidado será fundamental para encontrarnos bien y disponer de más paciencia. Por otro, practicar herramientas de autocontrol como cerrar la boca y retirarte (aunque vuelvas cuando estés más calmado), contar hasta diez, respirar y, en definitiva, darte tiempo para recuperar la serenidad y darles tiempo a ellos para que se den cuenta de lo que está sucediendo y puedan pensar en alternativas.

Si te interesa este tema, puedes profundizar y encontrar pautas y estrategias muy prácticas que te pueden a ayudar a aprender, comprender y emprender nuevas rutinas y límites en familia y mejorarlas por medio del «Gimnasio de habilidades socioemocionales» que encontrarás en el libro Emoprende en familia: Una guía práctica de educación positiva y consciente  (Rabanal y Peñafiel, 2021).

Doctor en Psicopedagogía, experto en inteligencia emocional y certificado en Disciplina Positiva.

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