Los grandes desafíos de las familias en la actualidad
Los cambios sociales y culturales, que se han producido en las últimas décadas, han afectado a la familia como institución, sea cual sea su modalidad (hetero, homo, mono, etc.). Casi sin darnos cuenta y de manera vertiginosa, las familias se han visto envueltas en un día a día muy diferente, en el que la manera de interactuar, comunicarnos, aprender y relacionarnos ha cambiado radicalmente.
Hemos pasado, sin darnos mucha cuenta, de una cultura de la prohibición y la predominancia de estilos educativos familiares algo autoritarios, a una cultura del «tener» y no tanto del «ser» y a estilos educativos familiares quizás excesivamente protectores o permisivos.
Este choque cultural y cambio de ideales hace necesario que seamos conscientes de que tenemos que adaptarnos a los cambios y debemos abordar los nuevos desafíos como grandes oportunidades para hacer más y mejor familia.
Desafíos y oportunidades para hacer más y mejor familia
Pero, ¿cuáles son los desafíos a los que se enfrentan las familias?
- El tiempo. Poder disponer de tiempo de calidad para poder vivir en familia y hacer familia. El tiempo libre cada vez es menor. Y por el contrario, es cada vez más necesario para que podamos generar un entorno tranquilo, seguro y de cercanía, en el que se podamos desarrollar a fuego lento una crianza respetuosa y responsable. El excesivo trabajo, los compromisos personales, sociales y la dificultad de conciliación del ámbito laboral y el familiar, es una asignatura pendiente de nuestras sociedades. Solemos compensar estos desajustes o falta de conciliación, sacrificando el tiempo que empleamos con nuestros hijos para jugar o pasar un rato con ellos. El afán de hacer en todo momento y no parar el ritmo que, cada vez más va acelerando la dinámica de la familia, es un aspecto a mejorar.
Debemos valorar más los tiempos de calidad empleados en familia y ponernos límites todos y cada uno de los miembros de la familia para poder así disfrutarnos. Es aquí donde los referentes familiares debemos poner toda nuestra energía y priorizar, planificar y organizar mejor nuestro tiempo, dando importancia realmente a lo que importa, sin sacrificar aquellos momentos y tiempos fundamentales de un crecimiento y acompañamiento de calidad en familia. Y esto, hoy en día, no es nada fácil. Las exigencias laborales, sociales o personales hacen que tengamos que ser firmes y priorizar el tiempo en familia de manera clara y responsable. - La conexión y el amor incondicional. La familia debe satisfacer las necesidades afectivas de los hijos. Esto permite vincularse con su madre, padre o referentes familiares, propiciando lazos con el entorno y el desarrollo del sentimiento de pertenencia con los suyos y con la comunidad. Si hay una necesidad básica y fundamental que tenemos que satisfacer esa es el amor. Nuestros hijos necesitan sentir que pertenecen y que son parte de la familia. Y no hay nada más auténtico en esta vida que conectarnos por medio del amor y la alegría con nuestros hijos.
Ahora bien, no siempre es fácil. Las nuevas tecnologías y los entornos virtuales no ayudan. En no pocas ocasiones, se generan situaciones estresantes en familia que se infectan por las prisas, culpas, expectativas, miedos, críticas, decepciones o iras mal gestionadas. Es en estos momentos donde debemos ejercer de adultos y dar ejemplo por el bien del correcto desarrollo de los más pequeños de la familia. Debemos ser capaces de proporcionarles lazos afectivos de calidad desde nuestras comprensión, saber estar y saber hacer para que se sientan respetados, aceptados y que pertenecen. Estar en sintonía con nuestros hijos hará que identifiquemos cómo se sienten nuestros hijos y lo que necesitan. - Generar un entorno seguro en familia. Facilitar un hogar en el que demos la seguridad oportuna que necesitan los miembros de la familia para alejarse y explorar. Es decir, ser capaces de establecer un vínculo dando seguridad y protegiendo en su justa medida, manteniendo el equilibrio entre la vinculación y la autonomía. Nuestros hijos, para sentir bienestar, necesitan sentirse protegidos y seguros. Y para esto, necesitan límites y rutinas. Esto ayudará a la dinámica de la familia a un mejor funcionamiento, nos permitirá anticipar, saber qué se espera de cada uno de nosotros, nos dará seguridad, tranquilidad y evitará o disminuirá la aparición de conflictos. Es importante que los límites sean claros, consensuados, flexibles, renegociables en ciertos momentos y respetuosos para todas las partes implicadas.
- Cuidar la salud física de nuestros hijos y contribuir, de manera significativa, a la salud mental de los miembros de la familia y en especial de nuestros hijos. Y para poder hacerlo, es fundamental:
-
- Confiar en ellos: dejar que hagan las cosas por sí mismos. Confiar en ellos y aprovechar el error o el mal comportamiento como una preciosa oportunidad para que aprendan y mejoren la próxima vez que se enfrenten a situaciones parecidas para que se sientan capaces.
- Empatizar: conectar desde tu mejor emoción y sintoniza con lo que sienten. Entender y comprender su lógica privada y cómo sienten, sabiendo que nuestra lógica privada no es la suya. No minimizar su malestar o frustración, ya que no le va a ayudar a mejorar. Validar su emoción y que sienta que le comprendes para que sean capaces por sí mismo y con tu ayuda, de superar las situaciones difíciles.
- Descubrir sus talentos, fortalezas y apoyarlas: conocer nuestras limitaciones es importante para aceptarnos. Pero quizás, a veces, nos los recuerdan en demasiadas ocasiones. Y no destacamos los referentes familiares las fortalezas de nuestros hijos. Ayúdalos a conocer sus fortalezas, a que se sientan seguros, a pesar de sus defectos o limitaciones. Ayudarles a que tengan una imagen ajustada de sí mismo le va a ayudar a sacar el mejor y mayor partido a sus cualidades y se van a sentir bien, útiles y capaces.
- Ayudarles a autorregular sus emociones: para esto, necesitamos que los adultos ejerzan de adultos. Se formen y sean competentes socioemocionalmente, estén con la actitud oportuna para poder ser cada vez más inteligentes emocionalmente, controlen y sepan gestionar sus emociones. Y, por tanto, sean capaces de encontrar el equilibrio justo entre lo que sientan, piensen y hagan en situaciones familiares. De esta manera, la familia será cada vez más madura y capaz de autocontrolarse y autorregularse desde las emociones adecuadas y las relaciones respetuosas.
- Aprender a vivir con las debilidades: no juzgar, respetar, validar lo que sienten todos los miembros de la familia, aceptar su naturaleza, repensar las expectativas y ajustarlas a las necesidades de cada uno de ellos.
- Actitud positiva: trasmitir valores que hacen cada vez más familia como, por ejemplo, la constancia, la perseverancia, el respeto mutuo, la resiliencia, la paciencia, el amor familiar o el esfuerzo. Creer en el «todavía», confiar en que las cosas pueden salir bien, que no son perfectas o que no van a estar exentas de dificultades, ser capaz de aprender de los errores y levantarse después de cada caída, entre otras, nos ayudará a que la familia sea más familia y a medio y largo plazo quiera seguir siendo familia.
Conclusión
Afrontar estos desafíos desde la familia, entre otros posibles, supone querer hacerlo y no ser perfecto, ni siquiera pretenderlo. Significa asumir el papel que tenemos como referentes en la vida en familia, tomar conciencia de cuales son las necesidades de cada uno de sus miembros y tomar decisiones para acompañarlos de la manera saludable y respetuosa.
Si te interesa este tema, puedes profundizar y encontrar pautas y estrategias muy prácticas que te pueden a ayudar a aprender, comprender y emprender en familia estos grandes desafíos y abordarlos desde el “Gimnasio de habilidades socioemocionales” encontrarás más aportaciones y herramientas en el libro Emoprende en familia: Una guía práctica de educación positiva y consciente (Rabanal y Peñafiel, 2021).
Y tú ¿qué opinas?
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.