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Comunicación positiva en familia

En la comunicación familiar podemos utilizar un lenguaje que llegue en forma y fondo. Podemos enriquecer, alimentar, alentar y acariciar por dentro. Las palabras y gestos que utilicemos deben ubicar y ofrecer seguridad. Deben tranquilizar y clarificar. Y deben dar alas y empoderar. Debemos ser capaces de conmover a nuestros hijos, poniendo en marcha lo bueno, positivo, bello, sembrando confianza, alegría y esperanza en lo que decimos y cómo lo decimos.

Y esto, como podemos imaginar, no es tarea fácil.

¡Tenemos una gran oportunidad cada día! 

El lenguaje que utilicemos con nuestros hijos debe ser auténtico y llegar al corazón. Seguro que en nuestro día a día hay margen de mejora y podemos aprovechar para potenciar sus talentos, creatividad y compromiso con la familia. Pues bien, esa comunicación positiva puede ser la llave para acariciar por dentro, para enriquecer, alimentar y alentar todo aquello que haga bien, aunque sea solo un poco o no sea tan perfecto como esperamos. 

Debemos llegar al corazón en la comunicación con los nuestros y te puede ser muy útil en la práctica los siguientes aspectos:

  • Mensajes claros, breves y concisos. Tu hijo no recordará sermones o parrafadas. Recordará palabras o frases sencillas y claras. Por ejemplo, «Confío en ti»; «Estoy aquí para lo que necesites»; «Te quiero incondicionalmente, aunque cometas errores».
  • Mensajes honestos y valientes. Debemos ser sinceros e indicarles lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Lo que se permite y lo que no es negociable. Lo que es conveniente y lo que no. Por ejemplo, «No me gusta cuando me gritas», «Cuando te enfades, puedes golpear el cojín, pero no es admisible que golpees a alguien o rompas objetos»; «Me gustaría que tu habitación estuviese recogida».
  • Mensajes empáticos. Debemos intentar que los mensajes y comunicaciones que demos les hagan sentir que cuentan para nosotros y que nos interesan. Mensajes como, por ejemplo, «A mí me parece… ¿A ti qué te parece?»; «Yo pienso…. ¿Tú qué piensas?»; «Yo me siento…. ¿Tú cómo te sientes?»; «¿Qué te parece si…?». A través de estos les trasmitimos que tenemos en cuenta sus estados emocionales y sus intereses.
  • Mensajes que incidan en lo que ganamos todos. Comunicar que cuando hacen lo correcto ganamos todos, ellos los primeros. En lugar de quejarnos por lo que está mal, resaltamos lo que está bien. Por ejemplo, «Estamos todos más a gusto cuando el salón está recogido»; «Cuando terminas pronto las tareas, podemos dedicar tiempo a jugar».
  • Mensajes de agradecimiento. Valoramos lo que hacen, agradeciéndoselo. Y les hacemos notar en qué les beneficia a ellos y a nosotros lo que han hecho. Por ejemplo, «Cuando nos hablamos con respeto y cariño, los dos nos sentimos bien y te lo agradezco mucho».
  • Mensajes centrados en las emociones y sentimientos. En lugar de centrarnos en la crítica y en los juicios hacia ellos, podemos emitir mensajes «Yo», que son mensajes que nos permiten una comunicación respetuosa y asertiva. En lugar de utilizar mensajes «Tú», centrados en culpar al otro, utilizamos mensajes «Yo» centrándonos en lo que me hace sentir lo que ha pasado. No se centra en la responsabilidad del otro, sino en cómo me hace sentir a mí esa circunstancia. Así, transmito el mensaje, sin atacar. Por ejemplo, en lugar de decir «Solo me das disgustos», mejor decir, «Esto que has hecho me hace sentir…» o «Me disgusta por…»; en lugar de decir «Me pones nervioso», decimos: «Me pongo nervioso cuando…».
  • Mensajes orientados a soluciones. Con ellos, intentamos sustituir los mensajes que damos para destacar y señalar los problemas por otros orientados a solucionar lo que se ha hecho mal e intentar aprender de los errores. Por ejemplo, en lugar de decir: «¿Por qué has hecho esto?», decimos mejor: «¿Cómo crees que puedes arreglarlo o solucionarlo?»; en lugar de: «¿Qué has aprendido?», diríamos: «¿Qué puedes hacer diferente la próxima vez?».
  • Mensajes formulados en positivo. Decirles a nuestros hijos e hijas lo que queremos que hagan, en lugar de lo que no queremos que hagan. Parece lo mismo, pero el impacto es diferente y no tienen el mismo efecto. Así, diríamos: «Ten cuidado», en vez de: «No te caigas»; o «Déjame terminar», en lugar de: «No me interrumpas».
  • Mensajes con caricias y elogios al ser. Con ellos destacamos lo encantadores, maravillosos y buena gente que son nuestros hijos e hijas para nosotros. De vez en cuando, nos ayuda a recuperar o reforzar la conexión con ellos y les sienta fenomenal. Por ejemplo, con mensajes como: «Eres un encanto»; «Eres un cielo»; o «Eres muy importante para mí». 
  • Si mandamos mensajes para corregir una conducta, será oportuno incidir sobre lo que hacen y no sobre lo que son. Por ejemplo, diciendo: «Tu cuarto está desordenado», en vez de: «Eres un desordenado». Al vincular el mensaje a lo que hace y no a lo que es, estamos mandando un mensaje oculto de «esto tiene arreglo». Además, apelamos a su responsabilidad y a las segundas oportunidades para poder mejorar. Si lo vinculamos al ser, estamos dando por sentado que no tiene arreglo y que él o ella es así, poniéndoles una pesada etiqueta.
  • Mensajes personalizados para cada uno de nuestros hijos e hijas, intentando hablarles a su altura, mirándolos a los ojos, hablándoles bajito, diciendo su nombre. Que tengan la sensación de que, en ese momento, son lo más importante del mundo para nosotros, porque de verdad lo son.
  • Mensajes importantes en momentos oportunos. Para ello, es fundamental saber elegir el momento. Y ese momento debe ser cuando estamos calmados, cuando estamos compartiendo algo y hemos creado un ambiente adecuado para ser escuchados, cuando sentimos esa conexión especial… Debemos aprovechar para decirles palabras bonitas al corazón, que transmitan confianza. Por ejemplo, en lugar de decir: «Contigo no hay manera», podemos decir: «Seguro que hay una manera de hacerlo, pero no la hemos encontrado. Juntos la encontraremos».

Al comunicarnos de manera positiva con nuestros hijos, posibilitamos entornos familiares seguros, tranquilos y claros, en los que fortalecer y dar alas a los nuestros. Estamos sembrando día a día confianza y transmitiendo un cuidado positivo, desde el respeto, que da esperanza a todos los que participan de esta crianza y en el que pretendemos que nuestros hijos e hijas puedan tratar a los suyos y a las personas con las que se relacionen, de la misma manera.

Precisamente de «Comunicación en familia» y sus beneficios nos hablará Juanjo Rabanal en el próximo encuentro online Up!family «Aprende y educa» que se celebrará la semana que viene, concretamente del 20 al 23 de octubre. 

El mejor aprendizaje vendrá de nuestro ejemplo cuando damos un trato más amable, justo, solidario, tolerante y empático desde casa. Y cuando pedimos perdón si no lo conseguimos.

Doctor en Psicopedagogía, experto en inteligencia emocional y certificado en Disciplina Positiva.

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