El bullying, mucho más que un conflicto
Quizá no recordemos ya quién fue Jokin, el primer caso que salió a la luz de suicidio adolescente a causa del bullying. Hace veinte años parecía un drama aislado. Ahora y, según el último informe de la OMS, el suicidio hoy por acoso escolar o ciberacoso es la primera causa de muerte entre adolescentes.
Para abordar el bullying en familia conviene, en primer lugar, distinguirlo de un conflicto.
Nuestros hijos e hijas deben enfrentarse en el día a día –como nosotros– al conflicto con los iguales: la discusión, el enfrentamiento o la cesión de derechos inevitable en la escuela, el parque o la oficina. Estos conflictos sirven para ver a los otros en cuanto que son otros y tenerlos en cuenta. Enseñan a ajustar las relaciones con el grupo, a percibir con quién conectamos y con quién no y a comprender qué inspiramos en los demás. Con los conflictos se realiza la selección entre afines que es consustancial a la amistad. Por eso, debemos hablar en casa lo importante que es la convivencia amable con todos, pero hay que añadir que la verdadera amistad tiene química. Debemos enseñarles también que, en un conflicto hay bandos, mientras que en el acoso hay un grupo de verdugos que agreden de forma continua a una víctima aislada.
Por eso,
el bullying es mucho más que un conflicto.
En el origen del bullying se esconde la tendencia a convertir en modelos las actitudes violentas.
Algunos estudios sobre la violencia por exposición afirman que, al terminar la Secundaria, un o una joven puede haber registrado, entre películas y videojuegos, las imágenes de 150.000 episodios violentos y 25.000 muertes. Evidentemente, se habrá acostumbrado a la violencia. ¿Y nosotros, dónde estamos? Muchas veces presenciamos esa violencia a su lado, pero no decimos nada. Les permitimos ver series de televisión que son traumáticas hasta para los adultos, o jugar sin medida a videojuegos en los que se gana puntos con la agresividad desatada, o les abandonamos ante la pantalla del móvil durante horas, mientras, tal vez, se enfrentan allí, solos en su dormitorio, a una agresión tan destructiva como el ciberacoso, que no descansa nunca porque entra en casa.
El bullying puede consistir en agresión verbal: burlas, motes, risas, parodias, insultos, vacío…; y también física: empujones, golpes… Puede realizarse en vivo o a través del teléfono móvil. A veces incluye extorsiones de dinero, difusión de imágenes íntimas, sustracción de objetos, expulsión del grupo o amenazas.
Cuando un problema de esta dimensión se presenta en casa, pone a prueba la relación entre padres e hijos. En realidad, la mejor terapia es preventiva: la comunicación constante con los hijos, el interés real y activo por sus problemas y necesidades, ese mirarles que nos permitirá detectar la actitud más seria y silenciosa de lo normal, el estómago revuelto injustificadamente, las noches de insomnio…
Si sospechamos que está ocurriendo algo serio, debemos hablar con nuestro hijo o hija y que nos cuente con detalle la situación que está viviendo. Hemos de dar muestras de entereza, de seriedad –porque no nos gusta lo que está pasando–, y de fortaleza –porque vamos a ayudarlo y protegerlo–. Es importante que lo vivamos sin dramas, porque está ya sufriendo, y no debe pensar que al sincerarse con nosotros nos hace sufrir. Debemos asegurarle nuestro cariño y apoyo, y hacerle ver que nos sentimos orgullosos de que se haya decidido a contarlo. Puede ayudarle conocer experiencias nuestras o de familiares cercanos que hayan sufrido igual y lo hayan superado. Debe estar informado sobre los pasos que vamos a dar y habrá que tener en cuenta su opinión. No olvidemos que su autoestima está dañada y que la sensación de que toma las riendas de su propia vida es ya curativa.
Es imprescindible ponerlo en conocimiento de su tutor de clase y conveniente que, en la reunión con él, pueda estar presente nuestro hijo o hija. La primera medida de la escuela ha de ser establecer protección. En cualquier caso, nuestra relación con el profesor debe ser estrecha y continua. Es importante que sepa que respaldamos sus decisiones y también, lo es, que nos vea serenos, pero firmes en seguir insistiendo hasta que el problema se solucione.
Si somos los padres del agresor, será necesario tomar las riendas de su educación, reflexionando muy seriamente sobre los motivos que hacen de nuestro hijo un acosador, ponerle límites y fronteras claros –nunca es demasiado tarde–, desechar cualquier tentación de castigo violento, pero hacerle ver las consecuencias de sus actos, valorar todo lo positivo que tiene porque seguramente lo desconoce, respaldar las decisiones del colegio respecto a él y solicitar asesoramiento psicológico y pedagógico de profesionales.
El bullying es un tema que nos preocupa especialmente en la UP y por eso será tratado en una de las 24 ponencias de nuestro primer encuentro online Up!family «Aprende y educa», que tendrá lugar del 20 al 23 de octubre, por Juan Bellido que nos hablará, precisamente, acerca de la prevención del bullying: Bullying:cómo detectar y actuar ante el acoso escolar.
Una importante recomendación para tratar el bullying: siempre hablar, hablar, hablar, hablar. Hablar con los hijos y escucharlos.
Hablar de la violencia es ya empezar a solucionarla.
No se sale indemne de una batalla como la del acoso, pero las heridas curan y la vida sigue.
Y tú ¿qué opinas?
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