El error como maravillosa oportunidad para aprender en familia
En no pocas ocasiones, desde pequeños, ya sea en casa o en los centros educativos, se nos ha transmitido la idea de que los errores no suelen ser aceptados, nos sentimos avergonzados cuando los cometemos y, además, suelen ser penalizados. Quizás sería un buen ejercicio de reflexión preguntarnos: ¿por qué lo penalizamos?, ¿por qué no aceptamos con facilidad nuestras derrotas?, ¿qué estamos transmitiendo a los menores? ¿Qué les estamos haciendo sentir cuando lo penalizamos?
Cuándo castigamos los errores, ¿qué aprendizajes queremos que aprendan?, ¿qué aprendizajes generamos cuando penalizamos o castigamos? Y ¿qué efectos tiene en nuestros hijos a medio y largo plazo?…
Quizás no nos hayamos parado a pensar en las respuestas a estas preguntas. Quizás estamos repitiendo patrones o estilos educativos de referentes familiares o educadores que hemos tenido. O quizás no nos hayamos cuestionado por qué no hay una cultura de revisión positiva del error que aproveche la maravillosa oportunidad que se nos presenta, si abordamos el error desde una perspectiva positiva y consciente, en la que podamos sacar el máximo jugo al aprendizaje que hay detrás de la experiencia realizada. Y lo que es más importante, quizás no nos hayamos parado a pensar la influencia que podemos llegar a tener, según la manera que tenemos de abordar y comunicar a nuestros hijos e hijas cuando se equivocan o hacen mal las cosas.
El error como oportunidad de aprendizaje
La familia y el hogar (al igual que los centros educativos) son entornos ideales para dar el valor que se merece al error y aprovechar la experiencia que trae consigo.
Desde la familia podemos acompañar a nuestros hijos e hijas a que aprecien lo que hay detrás del error; que sean capaces de preguntarse porqué se ha producido; que se cuestionen cuál ha sido la estrategia que ha utilizado y cómo puede mejorar la próxima vez. De esta manera estaremos facilitando un entorno familiar seguro, tranquilo, positivo y respetuoso. En dicho entorno nuestros hijos e hijas se puedan preparar, practicar y tener la posibilidad de adquirir estrategias y herramientas para entender lo que hacen, comprendan porqué lo hacen y tengan la posibilidad de generar una actitud crítica sobre lo que hacen, de aprender de sus errores y asumir su responsabilidad para mejorarlos.
La neurociencia ya nos indica los cambios que se producen en el cerebro del niño y la niña cuando se equivoca y qué pasa cuando reflexiona sobre lo que ha hecho, al buscar una solución o mejorar al error cometido. El cerebro se activa doblemente. Una para poner en marcha los circuitos cerebrales que pretenden encontrar una solución al reto o problema. Y una segunda activación, motivada por la reflexión sobre lo que han hecho mal. Esta segunda activación se convierte en fundamental para que se forme un aprendizaje significativo que hace que nuestro hijo e hija aprenda.
Sin errores no podemos aprender.
Valorar más el proceso que el resultado, va a facilitar que nuestros hijos e hijas entiendan que cometer un error no debe ser algo dramático, sino que debe ser el motor de nuestro aprendizaje. Y esto se consigue cuando enfocamos los errores de manera aceptable y motivadora.
Dar la posibilidad de que corrijan sus propios errores genera en nuestros hijos e hijas un impacto muy positivo en su motivación, facilita el aprendizaje y les hace que sean capaces, importantes y que pertenezcan. Ahora bien, esto es fácil decirlo, pero no tan fácil hacerlo.
Claves para ayudar a nuestros hijos e hijas a que aprendan de sus errores
Estas son algunas claves:
- Transmite a tus hijos e hijas que en casa y en familia están permitidos los errores. Que no es malo equivocarse, que es una forma de aprender y es una oportunidad para hacer mejor las cosas. Tomar el error como una oportunidad, a tus hijos le sienta muy bien.
- Ofrece ayuda y acompañamiento, para que haya una reflexión cuando se cometan errores.
- Facilita oportunidades para volverlo a hacer desde otro punto de visto u de otra manera, en función de lo que haya sucedido. Si nuestros hijos tienen la posibilidad de corregir sus propios errores, tendrán un impacto directo y muy positivo en su motivación y podrán por sí mismos hacer las cosas mejor. Y, además, les servirá de aprendizaje.
- Intenta no quedarte en el «muy bien” y que se acostumbren al «muy bien del adulto». Da alternativas al muy bien por medio de exclamaciones de sorpresa, agradecimientos o aliento, destacando el esfuerzo y el proceso de lo que están haciendo e intentando: «Antes no podías, ahora sí», «Lo has conseguido», «Te estás esforzando», «¡Qué buena idea!», etc.
- Valida sus emociones cuando se equivocan y entiende lo que sienten. (Por ejemplo: «Veo que estás triste”). Empatiza y que pueda expresar lo que siente (por ejemplo: «Da mucha rabia ¿Verdad?»). Y anima a que lo intenten y ayuda a que piensen alternativas para resolver y que sean ellos mismos los que elijan la opción más adecuada en los sucesivos intentos que necesite para mejorar o resolver (por ejemplo: «¿se te ocurre alguna otra manera de hacerlo?» «A mi se me ocurre…» «¿Qué idea es la que vas a elegir para intentarlo otra vez?»).
- Ten paciencia con los errores de tus hijos. ¡Están aprendiendo con el error! Y eso requiere tiempo, mucho amor…. y mucha paciencia.
Desde este enfoque podremos aportar grandes enseñanzas a nuestros hijos e hijas. Estas les ayudará a enfrentarse a retos importantes y perder el miedo a gestionar situaciones estresantes complejas o novedosas. También les ayudaremos a minimizar la posible frustración generada, en caso de que no lo consigan, y aumentará las posibilidades de que sigan intentándolo y no abandonen. Además, les ayudará a ser persistentes para poder conseguirlo. Y en el caso de que no lo consigan, les dará las claves para que no les afecte en gran medida e incida en su autoestima, al centrar el foco en lo que hace y no en lo que es.
«Si cometo un error, no soy error… puedo intentarlo, puedo ser capaz y puedo aprender del error». Desde esta mirada, nuestros hijos e hijas aprenderán a no identificarse con el error y a separar lo que hacen de lo que son.
Conclusión
Como reflexión final, sería interesante que, en familia, repensáramos porqué nos avergonzamos tanto cuando cometemos errores y porqué no le damos el valor que se merece al error. Para ello, necesitamos modificar nuestras creencias delirantes sobre la perfección. No somos perfectos, no existe un humano perfecto. Pero, aun así, todos queremos ser perfectos y que los demás también lo sean. Y esto lo proyectamos en nuestros hijos e hijas.
Necesitamos cambiar esta mirada y aprovechar que el error sea una maravillosa oportunidad para aprender …, y que nos siente mejor a todos, ¿no crees?
Y tú ¿qué opinas?
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