Estilos educativos familiares
Los estilos educativos tienen mucho que ver con las capacidades prácticas que tenemos, como madres y padres, para proteger, cuidar y educar a nuestros hijos. Y, estas capacidades, son nucleares y fundamentales para asegurarles un desarrollo sano. A esto, desde el modelo Emoprende (Rabanal y Peñafiel, 2021) lo llamamos «competencias parentales o marentales».
Desgraciadamente, en ocasiones, muchos de nosotros, como padres y madres, no poseemos las competencias necesarias para ejercer una práctica parental o marental adecuada y ajustada a las circunstancias del día a día o adaptadas a las necesidades de nuestros hijos e hijas.
El origen de estas carencias puede radicar en la experiencia personal que hemos tenido y, a través de la cual, hemos aprendido a relacionarnos con los demás.
Los modelos que tuvimos en nuestra infancia condicionarán en gran medida nuestras competencias. De la interrelación de las diferentes variables, como son el control, la comunicación o la implicación afectiva entre los miembros de la familia, surgen los diferentes estilos educativos. Y nuestro estilo educativo va a ser determinante en el desarrollo socioafectivo de nuestros hijos e hijas.
Una gran parte de nuestra actividad, como madres y padres, viene marcada como resultado de una especie de «mecánica espontánea» que se guía por un «piloto automático», fruto de ese histórico familiar y las dinámicas sociofamiliares que hemos vivido.
Tendemos a cuidar y educar a nuestros hijos e hijas como nos cuidaron y educaron.
Si queremos identificar un estilo educativo compatible con una parentalidad sana, centrado en el buen trato y en la conexión adecuada con nuestros hijos e hijas, debemos identificar previamente cómo nos cuidaron y educaron a nosotros mismos. Y, desde ahí, podremos construir nuestra competencia parental y marental eficaz y generar espacios de seguridad y protección adecuados.
De este modo, podremos ser fuente del aprendizaje necesario para hacer frente a los desafíos de nuestro entorno.
Una familia sana debe estar basada en el respeto mutuo, donde nuestros hijos e hijas sean considerados como miembros copartícipes de los procesos familiares y sociales en los que estemos inmersos.
Y para ello, necesitamos conocer los diferentes estilos educativos.
Los estilos educativos
Para poder analizar nuestro estilo educativo, es necesario atender a diferentes variables.
A continuación, describimos las tres variables:
- Control: se refiere a quién lleva el control en la relación y el valor que se le da al mismo. En este continuo, encontraríamos familias en las que los padres y madres ejercen un control absoluto sobre la vida y las decisiones de sus hijos e hijas hasta familias en las que los padres y madres no ejercen influencia en sus hijos e hijas.
- Afecto: hace referencia al valor que se le da al componente afectivo. No solo si quieren a sus hijos e hijas, sino si lo demuestran con sus acciones, cómo transmitimos el mensaje de que los queremos. De nuevo, en este continuo, encontraríamos familias que muestran su afecto, a través del respecto, la amabilidad y las muestras de cariño de manera constante, hasta otras que se muestran frías y distantes.
- Comunicación: se refiere al valor que se le da a la confianza y la comunicación entre padres, madres e hijos e hijas. Aquí, encontraríamos familias en las que se valora la confianza entre unos y otros y la comunicación fluye en todas las direcciones (de padres y madres a hijos e hijas y al revés), hasta familias en las que la comunicación es inexistente.
De la combinación de estas tres variables, aparecen cuatro estilos educativos familiares: Autoritario – Represivo, Permisivo – Indulgente, Permisivo – Negligente, Autoritativo – Democrático, en los que encontramos diferentes competencias e incompetencias parentales o marentales.
En los tres primeros predominan unas variables sobre las otras y no se reconocen las necesidades de los hijos e hijas. Más bien, predomina cubrir las necesidades de los padres y madres en un sentido u otro.
Sin embargo, en el estilo Autoritativo – Democrático, sí se logra alcanzar un equilibrio entre control, afecto y comunicación. Es en este en el que se encontraría el modelo Emoprende y en el que creemos que, como padre o madre, puedes ofrecer mejor a tus hijos e hijas una parentalidad y marentalidad sana, de buen trato, competente y socioemocionalmente eficaz.
El modelo Emoprende
Desde el modelo Emoprende (Rabanal y Peñafiel, 2021), aprenderás con los modelos y estilos, comprenderás el estilo con el que más te identificas, cómo fuiste tú educado, cuál es tu patrón de conducta y afrontamiento. Así, podrás emprender los cambios que consideres oportunos, lo lleves a tu realidad y lo practiques. Esto nos ayudará a tomar decisiones adecuadas en la educación de nuestros hijos e hijas.
Cuando entendemos las ventajas y los inconvenientes de las decisiones que tomamos con nuestros hijos e hijas, podemos desarrollar estrategias para superarlos, aprovecharlos, responsabilizarnos aún más de lo que provocamos con nuestras decisiones y así evitaremos ser posibles víctimas en los malos momentos, asumiendo y orientando las diferentes dificultades que nos encontremos en el día a día con nuestros hijos e hijas para aprender, con tiempo y con paciencia, a ser mejores padres y madres.
A su vez, hemos de ser conscientes también de que las relaciones con nuestros hijos e hijas son bidireccionales. Ellos y ellas también influyen de manera decisiva sobre nuestro comportamiento, además de verse influidos por nuestras decisiones, como referentes.
Cuando reflexionamos sobre nuestro estilo, descubrimos que no hay modelos o estilos educativos puros, sino que se solapan y no son estables en el tiempo. Suelen ser mixtos y varían a lo largo del desarrollo y crecimiento de nuestros hijos e hijas. Pueden
cambiar por diferentes razones atendiendo a diversas variables (sexo, edad, lugar que ocupan los hermanos, etc.). Y variar, incluso por nuestro estado de ánimo, pudiendo pasar de la permisividad al autoritarismo en cuestión de minutos.
Además, los padres y madres no tenemos un estilo educativo fijo, sino que lo vamos confeccionando según estas situaciones y variables. Por tanto, no se trata de ponernos una etiqueta más, sino identificar cuál es la tendencia global de comportamiento con mis hijos e hijas. Lo realmente importante, independientemente de si predomina en la familia más un estilo u otro, es identificar las diferentes dimensiones y variables que están presentes en una interacción de calidad en familia, donde podemos ser conscientes y darnos cuenta de que la comunicación y el afecto no están reñidos con el control y la exigencia.
Nota
Si te interesa este tema, puedes profundizar y encontrar pautas y estrategias muy prácticas que te pueden a ayudar a aprender, comprender y emprender sobre tu estilo educativo en tu familia y mejorarlo por medio del «gimnasio de habilidades socioemocionales» que encontrarás en el libro Emoprende en familia: Una guía práctica de educación positiva y consciente (Rabanal y Peñafiel, 2021).
Y tú ¿qué opinas?
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.